Un egresado sevillano aficionado a los toros y declarado seguidor de la dinastía torera de los Gallos, interpreta en la lectura de una carta de Cicerón la existencia de un anfiteatro en Sevilla donde se daban espectáculos taurinos. Cree deducir que su existencia ha sido callada por determinada institución hispalense celosa de mantener las tradiciones, y cuidadosa de no alimentar competencias desleales en cuestiones de la lidia. Román Fortuna sueña con ser crítico taurino por encima de todo, en unos años de crisis y conflictos en España y Europa. Mantiene la obsesión por demostrar la existencia y titularidad de ese supuesto coso primitivo, viviendo con pasión la Sevilla de principios de siglo XX y la rivalidad de los diestros del momento Joselito y Belmonte. La construcción de la plaza Monumental por parte del primero junto al barrio sevillano y torero de San Bernardo, alimenta episodios que describen la sociedad de la época y la eterna dualidad sevillana. La novela está cargada de historias costumbristas de la Sevilla de entonces; de romances y lances enrevesados con episodios con la fiesta como telón de fondo, que transportan al lector a un espacio donde las ganas de divertirse o evadirse por las dificultades, prevalecía ante las más imperiosas necesidades vitales. Todo ello es planteado desde la visión de un gran aficionado al mundo del toro que anhela vivir de él, y aderezado con matices de humor ácido con inusitadas dosis de temple.