Hola, Soy Noé Mi nombre es Noé Millot y tengo cuarenta años. Desde que tuve uso de razón comprendí que era diferente al resto de los chicos. No fue difícil darme cuenta, el cuidado excesivo de mis padres, la miradas cómplices entre mis compañeros de clase, y la sociedad en su conjunto me hicieron entender que no encajaba completamente en el colectivo de las demás personas de mi edad. Siempre recordaré mis solitarios cumpleaños, acompañados únicamente con mi pequeña familia o algún vecino de la cuadra ansioso por probar un trozo de la exquisita torta que preparaba mi mamá para la ocasión. Hasta que llegó mi querido hermano, que supo aceptarme como era, y hacerme ver que ser portador de Síndrome de Down no me hacía menos querible. Lo que mis padres no pudieron en ocho años de vida, Sergio lo logró en unos pocos meses. Y es justamente por él, que quise escribir esta historia, para demostrar al mundo entero, que ni los años ni las vicisitudes vividas, han logrado borrar este vínculo tan “especial” que nos ha mantenido unidos a través del tiempo. Dos personas distintas, desde otra perspectiva, pero diferentes al fin. ¿O será que todas las personas somos diversas y los prejuicios son unos pobres inventos de la sociedad humana? Seguramente sea esto último, pero ahora ya no importa, porque al unir nuestras “diversidades”, nos convertimos en dos triunfadores. Y eso, nadie lo puede negar. ¿Dónde está escrito que la vida sería fácil? Simplemente, hay que aprender a caminar por espinas y algodones, haciendo nuestra toda la fortaleza posible, la cual nos servirá para vencer las dificultades que, indefectiblemente, se irán presentando en nuestra marcha. Vaya este texto para mi querido hermano Sergio, para mis padres, Kate y Marcus y muy especialmente para todos aquellos que sufren por sus diferencias, sin comprender, que en realidad, son personas especiales, hasta quizá, un poco mágicas... Así comenzamos…