“De los avernos al contrato basura”. El protagonista debe hacer frente a un cúmulo de desgracias sobrevenidas, como si se tratara de una maldición demoniaca: el divorcio y sus consecuencias, el desempleo, sucesivos fracasos sentimentales, de continuas mudanzas…En definitiva, de una vida azotada por todos los elementos al alcance de los dioses. “La lucha de Clodomiro”. Contado en clave de humor, no exento de cierto sarcasmo de vez en cuando, cuenta la historia de un individuo de lo más normal, al que le suceden cosas que podrían entrar dentro de la categoría de lo paranormal. Pero Clodomiro es un luchador impenitente, irreductible e indomable. Hay momentos en los que parece que el Universo entero se conjura en su contra y cualquier decisión que tome, le perjudica. “El club de los asesinos anónimos”. Con esta obra se cierra la trilogía formada por “De los avernos…”, La lucha de Clodomiro” y éste. Una vez más, al protagonista le persigue la fatalidad y los desastres. Decía Winston Churchill que “el éxito consistía en peregrinar de fracaso en fracaso sin perder el ánimo”. Una reflexión que se puede aplicar perfectamente al protagonista. Inasequible al desaliento - aunque, como todo ser humano sensible, tenga sus momentos de debilidad - lucha sin tregua por alcanzar lo que todo individuo busca en esta vida: la felicidad. Es la historia de un superviviente. “Crónicas de oficina”. Aquí se recogen treinta y cinco de las mejores anécdotas que, contadas en clave de humor, el autor ha sido capaz de rememorar a lo largo de sus cuarenta años trabajando en el apasionante mundo de las Tecnologías de la Información. O sea, Informática. “La figurita”. Basado en hechos reales es un relato breve acerca de cómo un caballero holandés, salva la vida de un judío perseguido por los nazis y cómo el destino, muchos años después, cierra el círculo. “La princesa y el caballero”. Un típico cuento, con una princesa y un hombre que no pertenecía a la nobleza, pero que era mucho más noble, más honesto y sincero, que todos ellos. “El niño que perdió la sonrisa”. A veces, la infancia no es esa etapa dorada que muchos añoran. A veces, la infancia es corta y se termina de modo abrupto. Aun así, los escasos recuerdos agradables existen y este es un pequeño homenaje a las personas que una vez entraron en la vida del protagonista y anidaron en su corazón para no salir de ahí nunca jamás. "Tras las huellas de una sombra". Al término de la Guerra Civil Española, el gobierno de la “Nueva España” franquista puso en marcha todo un complejo y maquiavélico sistema de represión, dirigido contra todos aquellos prisioneros republicanos que habían perdido la guerra. A partir de ese momento, los cientos de miles de prisioneros (republicanos o no), sufrieron en sus carnes - literalmente - el suplicio de los trabajos forzados, el internamiento en Campos de Concentración o en prisiones y en determinados casos, directamente la muerte. Aunque la inmensa mayoría de los casos, los represaliados pertenecían a partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones de izquierda, algunos presos, católicos practicantes, y formados en los Escolapios, tampoco se libraron. Esta es la historia de Enrique, uno de esos prisioneros, que en 1936, con 20 años recién cumplidos, se vio obligado a participar en una Guerra Civil, en vez de continuar con sus estudios de Medicina en la Universidad. Durante los siguientes 20 años, no cejó en su empeño de querer terminar la carrera y aunque no disparó un solo tiro, porque hizo la guerra trabajando en un hospital, se le formó un Juicio Militar Sumarísimo, fue condenado a doce años y un día por “auxilio a la rebelión”, padeció internamiento en Campos de Concentración, prisiones, Batallón de Trabajadores para realizar trabajos forzados, y todo eso a pesar de ser católico y de derechas. Simplemente, estaba en el lado equivocado en el momento menos oportuno. "Anna o cómo rasgar el telón de acero". Anna es la apasionante historia de una joven nacida en una aldea de un país, Checoslovaquia, que ya no existe y que estaba ubicado tras el telón de acero. Su fortaleza y su determinación la proporcionaron la oportunidad de escabullirse de la celda que el destino la había preparado. Su trayectoria vital transcurre por un paisaje histórico que convulsiona la Europa de mediados y finales del siglo XX. Fue testigo directo del aplastamiento de la Primavera de Praga (1968), del ametrallamiento a quienes intentaban huir por el Danubio hacia Austria, a su paso por Bratislava. Tuvo que emigrar a un país como Libia, regido entonces por Gadafi y sufrió en primera persona el bombardeo por aviones de EEUU y Reino Unido de Trípoli en abril de 1986. Observó con entusiasmo e incredulidad el final del comunismo en su país natal, Checoslovaquia, en la llamada Revolución de Terciopelo, así como la inimaginable caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior escisión en dos del país (Chequia y Eslovaquia), de forma pacífica y ejemplar en 1993. Por su lugar de procedencia, que no por sus ideas políticas, tuvo que afrontar situaciones de discriminación en medio de una Europa supuestamente libre de persecuciones y prejuicios. En suma, Anna supo sobreponerse a todas las adversidades a las que el destino la sometió, y lo hizo con firmeza e incluso con terquedad, bajo la apariencia de mujer débil y condescendiente.

Los premios nunca han sido la razón fundamental para escribir. Por eso, no me he dedicado a presentar mis obras a ningún premio. Aunque últimamente, he cambiado de idea y he presentado alguno, que todavía está pendiente de emitir el veredicto.