El 23 de febrero de 1540 por orden del virrey Mendoza una gran expedición al mando del salmantino Francisco Vázquez de Coronado salió de Méjico en dirección al norte a la búsqueda de las Siete Ciudades de Oro de Cíbola. El salmantino comprobó que las Siete Ciudades no existían, eran tan sólo un mito. Oyó entonces hablar a los nativos de la existencia de otros ricos reinos situados aún más al norte, como eran Capan Acochi o Quivira. Y hacia el norte se dirigió, llegando hasta la remota Quivira, situada en la actual Kansas. Desde allí exploró el país vecino de Harahey y cruzó la divisoria continental siendo el primero en adquirir un conocimiento certero de la anchura del continente, ya que los mapas europeos de la época mostraban una Norteamérica completamente distinta. Durante más de dos años la expedición de Vázquez de Coronado recorrió miles de kilómetros a través de desiertos, montañas, baldíos y llanuras ocupadas por auténticos mares de bisontes y trató con diferente fortuna con muchas de las tribus indias que entonces ocupaban aquellos territorios, siendo el primer blanco en entablar contacto con apaches, pawnees o sioux, entre otros. Ni las tribus de indios Pueblo, asentados en poblados hechos con casas de adobe de Arizona y Nuevo Méjico, ni las tribus cazadoras de bisontes o nómadas que conoció a lo largo de su periplo habían visto hasta entonces en persona a los europeos, ni tampoco los extraños animales que les acompañaban, como los caballos, las vacas, los asnos o los cerdos; ni tampoco los carros tirados por bueyes o los tubos que disparaban truenos. Tras numerosos problemas, tanto con los indios como con algunos de sus oficiales, y comprobar que existían tierras que tratadas adecuadamente podían servir para el cultivo y los pastos pero que tanto el oro como la plata brillaban por su ausencia, regresó a Méjico, no sin antes soltar buena parte de la cabaña que iba con la expedición con la idea de que si algún día volvía los animales se habrían multiplicado. A partir de entonces Vázquez de Coronado vivió en el ostracismo. Este es el resumen de la versión oficial, la que ha pasado a la historia. Hace algunos años, en una vieja casona se hallaron junto a varios documentos, mapas y planos, unas memorias escritas por Tam Blake, el aventurero escocés que acompañó a Francisco Vázquez de Coronado en sus viajes y en las que relata detalladamente cuanto en realidad ocurrió y como, algunos años después de la primera expedición, enfrentándose a la superstición y a sus propios miedos, descubrieron la antiquísima, misteriosa y peligrosa pero extraordinaria Ciudad Perdida de Capan Acochi.