En enero del 2010 llegó el más terrible de los terremotos, que dejó más de 230.000 víctimas, cerca de dos millones de desplazados y diez millones de toneladas de escombros. En este marco, miles de personas de origen, cultura y especialidad diversa, se encontraron en la etapa post-desastre del terremoto del 2010 apoyando las diferentes tareas de emergencia, evaluación de daños y reconstrucción del país. Un grupo importante establece su base de operaciones en el llamado “Camp Charlie”, un campamento acondicionado por instituciones de apoyo a desastres. La característica principal de ese grupo es el desarraigo, y sus historias personales se mezclan con las tareas que les toca realizar. La novela Camp Charlie cuenta las vivencias de personajes que hacen una pausa en sus vidas para integrarse en una acción de ayuda. Mezclan, conmovidos por la tragedia, sus ansias, deseos y proyectos personales, con la solidaridad hacia las víctimas del desastre. Trashumantes modernos, cada uno tiene su propia visión de la vida, que se integra luego con sus vivencias en la desolación producida por el sismo. Establecen relaciones profundas y a la vez efímeras, en busca de un asidero, paradoja que expresa su desarraigo. Otros las inventan y las viven en su imaginación. Camp Charlie es también el descubrimiento de la cultura haitiana con lo conmovedor de su expresión, la magia de la pintura, la gracia de su música, la imaginación de la artesanía, la finura de su arquitectura, la potencia y rebeldía de su cine, la sutileza y fuerza de su literatura, que requieren una visión más allá de lo cotidiano, atravesar la pobreza y miseria evidentes, ver más allá del desecho esparcido por doquier y penetrar en el espíritu, corazón y forma de pensar del pueblo. El libro nos lleva igualmente a través de los laberintos y códigos de la burocracia internacional, desnudando sus procedimientos y las intenciones escondidas en sus acciones después de las catástrofes.