Se habla desde hace tiempo sobre la existencia de un hilo rojo, hilo que une a dos personas a veces muy dispares pero que el destino decide que sean almas gemelas y así, pase lo que pase, esas almas se encontrarán. En el caso de Araceli, nuestro hilo rojo está compuesto de letras, palabras y frases que conforman nuestros escritos. Nos conocimos en las redes sociales, algo muy común hoy en día pero que no es nada moderno ni actual. ¿Cuántos autores calculan que han mantenido en tiempos pasados una fuerte relación epistolar con otros compañeros de letras? Podría, incluso, desgranar una larga lista de libros que han tratado el asunto, pero este no es el tema que me ha traído a este lugar. Solo hay que saber que en estos momentos ocurre igual y que es sencillo que dos personas, con experiencias vitales diferentes pero con las mismas inquietudes, nos hayamos encontrado en este mundo virtual tan en boga. Y así iniciamos esta relación, con unas breves palabras y un intercambio de escritos. Comenzamos a disfrutar de nuestro sentir transmitido a través de las letras y, con ese nexo en común, el tiempo fue pasando haciendo que nuestros contactos fuesen más habituales, descubriendo a una autora de alta sensibilidad, vital, luchadora y que, pese a sus duelos y quebrantos, se enfrenta al día a día como esposa, madre, trabajadora y que como escritora, sabe plasmarlo en sus letras, hablando por medio de sus personajes como en su primer trabajo: “Palabras escondidas en el tiempo” o con reflexiones en primera persona como el que tengo el gusto de prologar con estas líneas. Aquí encontrarás a una Araceli más íntima pero que, al igual que abre su casa a su familia, a sus amigos, a fin de cuenta, a su gente, ahora nos muestra su alma, sus sentimientos, sus anhelos y miedos. Estos últimos muy presentes y que ve sus consecuencias, cada día, al mirarse al espejo y contar las cicatrices que la marcan, pero que ha logrado ir superando tras años de esfuerzo y dedicación, lo que demuestra que es una gran luchadora. Siempre guiada por un espíritu inquieto, sus anhelos son igual de concretos que los de muchos de nosotros, pero que a veces no nos paramos a descubrir y los escondemos o los dejamos pasar en los torbellinos y tormentas de las prisas, que nos guían por el mundo que vivimos. Un mundo instantáneo pero angustiosamente frío. Pero ella no, Araceli se para, reflexiona mirándose a ese espejo donde no se refleja solo su rostro, sino también su interior y con todo eso escribe. Ya su tiempo no se mide igual que el tuyo y el mío porque cada uno tiene su íntimo reloj vital. Ella busca huecos, rendijas por dónde poder reflejar eso pensamientos tanto en prosa, como en verso y que ahora quiere compartir con sus lectores, que quiere compartir contigo que ahora me lees.