A falta de palabras, la biomasa construye verdades a medias, islotes contenidos en la mitad vacía de una botella. Es fácil comprobar que la molicie, destruye por dentro lo que toca. Un mar cuya sal se acerca al fango le quita plancton a sus peces y el azul, ese horno que tanto alumbra, la fauna incalculable de los poetas, proscribe a las Casandras, a las Angélica Morales a las Desdémonas y el cuello cortado al hombre injusto años después aparece soldado en los cruces de camino y en los homenajes donde el dato más importante es la desmemoria, el capital menguado, la experiencia lanzada por la borda como el cuerpo de un marino que apesta y desde el puerto han dicho que no llega, que lo lancen hacia la profunda amabilidad de la cuarentena marina. Donde toda sangre se purifica y regresa a puerto redimida como la herida que sana después de muchos años el animalito en coma.