¿Se puede perder la capacidad de abrazar? ¿Cómo puede alguien olvidarse de eso? ¿Y por qué alguien abandonaría el libro de su vida en un contenedor de basura? ¿O porque la lectora involuntaria que lo descubre debería tardar cinco años en leerlo de manera lenta y dolorosa?. De hecho podría devorarlo en una sola tarde… si las emociones la dejaran. Porque las emociones son el recurso más potente para empatizar con el drama de los protagonistas de este relato, que entrelaza la vida del autor del libro gris con la de la lectora que lo encuentra. La novela se desdobla así en dos voces independientes entorno al relato, a veces poético, sobre una chica que no podía abrazar. Con una prosa ágil y amena, se mantiene la tensión narrativa sobre sus vidas, amenazadas física y emocionalmente por el acoso, el terror psicológico, el maltrato y la impunidad de sus agresores. Con todo, si las emociones no nos dejan, bien podría ocurrir que nosotros también tardásemos cinco años en leerlo.