Benito, viejo y destartalado como el ático en el que malvive, descubre un hecho desolador al despertar. De su pintoresca colección de instrumentos de viento ha desparecido aquel que más aprecia. Habrá de iniciar entonces –a sus sesenta y algún años y a partir de la única prueba física que posee, una colilla de maría que encuentra en un tiesto de la azotea– la que será su primera investigación en solitario tras ser despedido de la agencia de detectives. Por su parte, el caco, Cecilio Gelasio, alto, fibroso, de facciones duras y unos ojos sombríos y profundos, como en continua meditación, no se ha limitado a distraer el preciado saxofón plateado. Durante el atraco en el ático, tras contestar maquinalmente una llamada, concierta una cita con la crispada voz que demanda los servicios del detective Benito Bram. E inicia así su suplantación.