Nuño un hombre marcado por un cruel e injusto pasado, se ha ocultado entre los pliegues de las montañas aragonesas confundido entre las nobles gentes de una villa de la Sesma de Barrachina, Torrecilla del Rebollar. Templario de elite, Guardián del Baussant, solo el mejor de sus guerreros, tiene el honor y la responsabilidad de tal dignidad. Su anonimato, que guarda con el máximo celo, es su salvaguarda y la de su familia. El caprichoso destino lo reclamará de nuevo, esta vez tras los pasos de su hijo al que cree enrolado en la hueste del rey, para demostrar a su padre que ya no es un niño, después de una descalificadora corrección que ahora observa como sobredimensionada. Por la destreza con las armas se ganará respeto, puesto y honores, así como la envidia de los cortesanos maldicientes. Algunos de ellos caerán yertos bajo su acero. Su periplo lo llevará a viejos escenarios que ama tanto como odia, volver a verlos, sentirlos, tenerlos… las sombras de la noche le conducirán hacia un sol metálico cuyo brillo le es familiar, en busca de ese tesoro perdido del que se culpa injustamente, su hijo, la paz de su hogar. Oveco, su suegro y Suero, su hijo, que ha conocido el pasado de su padre y de su abuelo a través de los relatos de Remiro, oculto en un bosque próximo, perseguido por su condición de fraile templario, y al que Suero le ruega le acompañe. Tras los pasos de Nuño, se encaminan los tres. Este había jurado a Guiomar, su esposa, no volver hasta recuperar a su hijo. Es fácil seguir las huellas de un guerrero sediento de sangre. Ese rastro les lleva a Jerusalén, donde Nuño había decidido acelerar el fin de sus días, al percibir su errático fracaso. Clamando a la muerte, abandonado de sí mismo, deambulando por las tortuosas calles de la ciudad santa, arrastrando un esqueleto arropado por un pellejo otrora musculoso y ágil, va en busca de un piadoso cuchillo que atravesase sus entrañas. Era la primera vez que fracasaba en una misión y esta…era la más importante. Suero lo halla en las puertas de Siloé. De nuevo todos juntos inician el regreso. Si la ida fue difícil, el regreso, una hazaña. Un viejo templario ahora hospitalario, patrón de una carraca, les deja en Sicilia. Encarcelados como espías, son liberados al ser reconocido Nuño, como Paladín del Rey y Jefe de sus ejércitos. Se trasladan a Córcega, donde los Valois no cesan de incordiar al Rey de Aragón. Puesto al frente de las tropas, acaba con el problema corso definitivamente. A su regreso reciben honores y títulos merecidos, todo parece ir feliz para Nuño y su familia, pero el destino de nuevo lo reclamará. A su hogar, en las tierras Belchitanas, llega un moribundo renegado de la Orden que conoció en Trípoli, pone en su conocimiento el peligro que se cierne sobre la cristiandad. Agarenos han partido hacia el monasterio de San Juan de la Peña, en busca de la pieza más sagrada de un cristiano, El Santo Grial, la Copa de la Última Cena de Cristo. Sin pensarlo dos veces parte para cumplir su juramento templario… aun vivo, impedir, aun a costa de su vida, que el Sagrado Cáliz caiga en manos de infieles. Alarmada Guiomar lo comunica a su padre, a Remiro y a Godosteo, que parten en su pos. Viejos hermanos y nuevos amigos se unen en una lucha cruel, encarnizada, desigual, sin cuartel, en las que las pérdidas son muy altas…demasiado altas y dolorosas, pero de nuevo el Temple, ha vencido, saliendo airoso de quizás su última misión.