AIMAITEA Nací en Chile en la primavera de 1972, me inscribieron con el nombre de mi madre (Susana) y cerca de los 30 años, llegó mi esperada identidad propia. La petición que en algún momento lancé al universo fue escuchada y Aimaitea fue el nombre que me entregaron en una comunidad en Argentina. Sentía que ese cambio me llevaría a comenzar una vida diferente y no estaba equivocada. Cambiarse el nombre requiere de valentía y nada tiene que ver con religión o cosas por el estilo. Aimaitea significa “alma de la tierra” y sin buscarlo, eso fue el daimon, mi destino, el que se apoderaba de mi alma y llenaba de fuego creativo mis escritos y cantos. Me sumergí en la escritura desde pequeña como una necesidad de expresar sobre el papel lo que mi timidez no me dejaba comunicar a viva voz. Así, mis cuentos y poemas se convirtieron en compañeros constantes en una vida llena de amor, soledades y viajes por el mundo que ampliaron mis horizontes. Tuve la suerte de vivir siempre cerca de la naturaleza. Ella fue mi gran maestra, pues la belleza del entorno estimuló mi creatividad y llegué a sentir cómo la Madre Tierra abrazó mi corazón. Desde muy niña amaba todas las expresiones del arte, desde el canto, el teatro, la danza o la pintura. Me recibí como Licenciada en Artes, mención Escultura en la Universidad Finis Terrae, porque la escultura era el área que menos conocía. Recibí clases de canto y danza. Estudié teatro en la Escuela del Gesto y la Imagen en La Mancha. Y finalmente cursé dos Diplomados de Arte y Sonido Terapia en la Escuela Espacio Sagrado, que me llevaron a descubrir el inmenso potencial de sanación que tiene el arte para el servicio de la humanidad. En el año 2007 recibí un extraño mail donde hablaban de unas osamentas humanoides enormes descubiertas en un lugar llamado El Distrito Vacío en la India. Y aunque nunca se corroboró oficialmente su autenticidad, me produjo una fuerte impresión. Aquello despertó en mí la revelación de que no hemos sido la única raza sobre este planeta. Y fue así como se proyectó en mi mente, cual nítida película, el maravilloso mundo de los Egraps. Hoy, por fin, se materializa en este libro su historia que, quizá… no sea tan fantástica. (Susana Álvarez Eskuche, 2020, Chile)