22 granos de arroz es un libro de tautogramas cocinados al horno, que me ha proporcionado el disfrute ante la elaboración de un nuevo plato, rebuscando los ingredientes necesarios en la despensa de la memoria y en el diccionario y combinándolos pacientemente hasta conseguir la textura y el sabor necesarios para una degustación placentera. La idea para su elaboración, el encendido, el primer fogonazo, me la dio un niño que me enseñó la palabra más larga que conocía: arroz, que empieza en la a y termina en la z. El libro va empaquetado en un sobre palíndromo de papel Kraft, dentro del cual van los 22 granos de arroz, impresos en papel de estraza como aquel en que envolvían las chufas, las pipas o los camarones. Es un papel maravilloso, con tacto y fibras de trapo que en ocasiones se ven y lo marcan, y esos defectos propios de la estraza que ayudan a embellecerlo. Las ilustraciones son acuarelas. A veces picotea en sus páginas un gallo, a veces una gallina; y en aquellas en las que no aparecen, otro ave cruza por el cielo; a veces se trata de pájaros hermosos y a veces de pájaros de cuenta. En 22 granos de arroz hay historias amables y otras que lo son menos, historias sensuales y otras que muestran toda su crudeza, pero cada uno de los tautogramas cuenta la historia que yo quiero contar. He procurado que su ritmo sea el que necesita cada historia y que el lector olvide, durante la lectura-degustación, que el texto está cocinado con palabras que comienzan todas por la misma inicial, y se quede con ganas de más. Sé que es mucho pedir, pero ojalá lo haya conseguido.