La lejanía de las cosas surge de una reflexión de María Zambrano sobre la escritura. Sus palabras son un estímulo, infunden aliento y dan impulso para desplegar lo que ya estaba ahí. La palabra hablada es apresurada, apremiante, nos disgrega. El autor ha de tomar distancia del mundo, aislarse y defender su soledad, para llegar a la escritura. Esta escritura es el intento de mostrar lo que únicamente puede ser encontrado en la soledad. Desde la lejanía del mundo, en la quietud, se observa con intuición, que es percepción del momento y del lugar. El autor es un observador, un captor de sensaciones, alguien que quiere aprehender, desde la extrañeza del mundo, un gesto suspendido en el aire, en el tiempo. Estos hallazgos son recogidos para convertirse más adelante en escritura. En cada poema de este libro se contemplan las cosas desde la mirada del enfermo, del fugitivo, del nadador, del paseante, etc. Primero son un apunte, un esbozo desde la memoria, más tarde poemas desde la conciencia. La poesía, dice María Zambrano, es un secreto que necesita ser escrito para fijarse. Y necesita ser desvelado, pues el aislamiento es una condición para la escritura, el fin es comunicable.