Es el principio del año 100 de la Era Humanitaria (2.129 del calendario gregoriano), cuando toda la especie humana se ve abocada a emprender la más gigantesca odisea jamás emprendida, sí, irremediablemente obligada a abandonar el planeta de sus antepasados, la Tierra, ante su estado inexorablemente deteriorado, moribundo y, de todo punto, insalvable. Desde hace 20 años la tecnología de la propulsión dio un gran avance, permitiendo alcanzar singladuras a 1/2 de la velocidad de la luz a las naves interplanetarias. Hace ya seis años, un descomunal telescopio, situado en órbita geoestacionaria en la luna Ganimedes, de Júpiter, ha estado escudriñando la Vía Láctea, enviando billones de datos, analizados, para crear un holograma de la galaxia. Y, desde el año 85, sofisticados sistemas de hibernación fueron puestos a punto, para permitir largos viajes de las personas en ese estado, durante muchas décadas, sin sufrir deterioro físico alguno, y con un envejecimiento mínimo… viajes a lugares remotos. Hace escasos dos años, finalmente, los astrofísicos responsables, eligieron el sistema estelar Trappist-1, con una estrella roja enana, ultra-fría, formado por 7 planetas, y a una distancia de 40 años luz de la Tierra, para llevar a toda la humanidad, al sexto de sus planetas, con rotación sincrónica, habitable para la raza humana. Una travesía liderada por Daniel Haskerman, Comandante en Jefe de las Fuerzas Espaciales, travesía durante 80 largos años, en gigantescas naves interplanetarias, con 150.000.000 de personas en cada una ellas, sin que quede un solo ser humano en éste, a partir de ese momento, deshabitado planeta de nuestra especie. Y una descomunal tarea por delante, la colonización y el asentamiento en la así llamada, a partir de entonces, HumanumTerra, para instaurar y continuar con un modo de vida, con una civilización floreciente, para las nuevas generaciones, desde dónde se dejó en la Tierra. Pero, entonces, algo grandioso sucede….