ENTREVISTA CON...

 

RODRIGO FRESÁN

 

(Entrevista efectuada por participantes de los talleres literarios de Escritores.org  - año 2011)

 

“De hecho, lo que se entiende como “realismo” es –si se lo  piensa un poco—lo más irreal posible.”

 

P. Javier Marías habla de dos tipologías de escritores, los que avanzan a través del texto con mapa o brújula. Los primeros conocen el territorio que van a atravesar antes de ponerse en marcha y los segundos ignoran cuál es su propósito, el argumento, la historia y la estructura.¿Qué tipo de escritor se considera?

R. Supongo que estoy a mitad de camino: no llevo brújula pero recuerdo haber visto un mapa por unos minutos. Es decir: sé dónde voy a llegar –de hecho una de las primeras cosas que escribo de mis libros es el párrafo final—pero estoy abierto a todos los caminos, atajos y, por supuesto, precipicios.

 

P. Aunque ha sido escritor de relatos en sus inicios sus últimos libros publicados son novelas ¿Se siente cómodo en ambos géneros? ¿Los plantea del mismo modo?

R. No hay problema con ello. Para mí es más o menos lo mismo. Poca y nada de atención le dedico al tema de los géneros. De hecho, mis libros de cuentos no son “puros” –los relatos suelen estar entrelazados y acaban configurando una suerte de todo atomizado tanto en Historia argentina como en Vidas de santos o Trabajos manuales o La velocidad de las cosas. Y lo mismo suele ocurrir con mis novelas, que suelen estar siempre ensambladas de a pedazos dispersos. Un poco en plan Frankenstein. Esto se ve claramente en Mantra pero también se percibe en Esperanto, que acaso sea mi novela más “normal”. Algo parecido ocurre con Jardines de Kensington al estar narrada en tres tiempos. Si tengo algún tipo de preocupación formal, ésta no pasa tanto por tamaños y longitudes sino por las diferentes posibilidades de la primera y tercera persona a hora de contar algo. Con los años y los libros creo haber descubierto la variante que más me interesa y a la que he bautizado como “última persona”: una mutación donde se funden tanto el yo como el él y que acaba siendo una suerte de voz confesional y crepuscular. Es la voz que me gusta leer y encontrar, también, en autores como Banville o Nabokov o Proust o Cheever o Johnson.

 

P.  ¿Qué consejo le daría a un escritor principiante?

R. Que lea. Mucho. No se me ocurre consejo mejor. Tampoco se me ocurre otro consejo.

 

P. En alguna ocasión ha definido su estilo como realismo lógico, frente al realismo mágico que tantos frutos y también tantos abusos ha dado en la literatura latinoamericana.¿En qué consiste el realismo lógico?

R. Es una inversión de los factores del realismo mágico. Si el primero ofrece una realidad contaminada por lo fantástico; lo que yo hago es una suerte de irrealidad con esquirlas de orden. En realidad, es algo que inventé como reflejo automático a la hora de responder al eterno “¿cómo definiría lo que hace?” Otra definición posible sería “escribo libros que transcurren dentro de la cabeza de sus protagonistas”.

 

P. En ocasión de la presentación de 2666, último libro del desparecido autor Roberto Bolaño, comentó que éste una vez llamó a su puerta, minutos después de haberse despedido y,  empapado por la lluvia y horrorizado, le confesó que acababa de matar a un hombre. La historia tomó tal grado de  verosimilitud que usted le empezó a aconsejar qué es lo que debía hacer, hasta que éste le confesó que era una broma.

¿En qué se basa  el escritor, y en su caso concreto, para componer una historia: en la imaginación, la fantasía, la realidad, la influencia de lecturas, en la mezcla de todo?

R. Lo cierto es que no lo tengo claro. Cambia según el libro y –todo parece indicarlo—según la edad y el paso del tiempo. La verdad sea dicha: cuando empecé a escribir se me ocurrían historias, tramas completas. Y ahora se me ocurren frases, ideas, pensamientos. Y el trabajo –la diversión—está en buscarle un esqueleto a todo eso.

 

P. En La velocidad de las cosas hay una constante reflexión sobre el propio hecho de narrar. Parece que el ensayo más o menos ficcionado, o la ficción ensayística, depende de cómo se mire,  tiene cada vez más cabida en la narrativa contemporánea. Enrique Vila-Matas ha declarado que le parece una evolución natural de la novela, ¿podríamos considerarlo, pues, un nuevo género?

R. No creo que sea algo nuevo. Todo eso ya está en Moby Dick y en Tristram Shandy y en En busca del tiempo perdido. A lo que se refiere Vila-Matas, creo, es que estas formas ya no deberían extrañar a nadie o ser automáticamente etiquetadas como “experimentales”. De hecho, lo que se entiende como “realismo” es –si se lo  piensa un poco—lo más irreal posible. El “orden” de la novela social o naturalista es imposible y poco y nada representa la realidad y está mucho más cerca de David Lynch de lo que parece. Para terminar: no suelo reflexionar mucho sobre la teoría de la práctica. Me interesa más la teoría DURANTE la práctica. Y, sí, es posible que en La velocidad de las cosas esté casi todo lo que tengo para decir sobre el tema.

 

P. Su labor como periodista ha sido tan amplia como la de escritor. Le resulta enriquecedor literariamente tener que trabajar regularmente en el espacio de la ficción y la no ficción? ¿Determina su labor como periodista en algo su escritura de ficción?

R. Sí. Es decir: la realidad siempre nutre. Pero lo cierto es que a esta altura de mi vida me gustaría poder comprarme un disco o ir al cine o leer un libro sin sentir que tengo que escribir algo sobre eso. Es decir: recuperar mi vida privada, ja. En cuanto a la práctica en sí, antes era más sencillo. Era como cambiarme de sombrero. Ahora, pasar de la ficción a la no-ficción –en términos laborales—me cuesta más. Ya no es tan sencillo como cambiar de sombrero. Es más parecido a cambiarse de traje de astronauta: muchos precintos y cables y, claro, la maldita escafandra.

 

P. En la reciente entrega del premio Lateral, en La Casa Encendida de Madrid, el escritor Ray Loriga destacó que su obra “tiene un amplio abanico de intereses y recicla materiales de distintos orígenes y calados. No hay alta ni baja cultura para un escritor interesado por la esencia de las cosas”.¿Deben superarse estos prejuicios entre materiales “nobles” y comunes? En qué punto se delimita entonces la calidad literaria ¿en el tono? ¿en la amplitud y profundidad del tratamiento de cualquier material?

R. No tengo la menor idea. Tampoco es un tema que me preocupe. O que sienta tiene que preocuparme. Es decir. Ya hay mucha gente preocupada por esas cosas.

 

P. Su primer libro fue un bestseller en Argentina, lo que le abrió el camino para seguir publicando sin problemas toda su obra. Pero ¿cómo se enfrenta el escritor latinoamericano a la publicación de su primer manuscrito? ¿Tuvo muchas dificultades?

R. Lo cierto es que no pienso en mí como escritor latinoamericano. Así que, supongo, no me enfrenté a nada. Me gusta pensar que –a la hora de la literatura—el verdadero enfrentamiento se produce en una instancia anterior, durante la escritura. Y no: no tuve ninguna dificultad desde el punto de vista editorial.

 

P. En más de una ocasión ha confesado su gran pasión por el cine, ¿nunca ha pensado en escribir un guión?

R. Jamás. La mía es una pasión de espectador. Jamás querría estar al otro lado de la pantalla. Es más, me parece una contradicción insalvable: uno escribe porque le gusta estar solo; y el cine es la obligación de abrazar multitudes. Lo que no quita que, para mí, Stanley Kubrick sea un escritor con cámara.

 

P. En junio aparecerá la edición de bolsillo, -corregida y aumentada-, de su último libro publicado, Jardines de Kensington, en el que se narra de un modo muy libre la vida del James Matthew Barrie, el escritor de Peter Pan.¿Cómo le vino la idea de escribir sobre este autor? ¿Fue Peter Pan una de las lecturas míticas de su infancia?

R. Fue viendo un documental sobre la vida de Barrie por televisión. No tenía la menor idea de quién era Barrie y lo cierto es que Peter Pan jamás fue un fetiche de mi infancia. Digamos que me ocurrió lo mejor que te puede ocurrir: me fui obsesionando con el asunto a medida que iba escribiendo el libro. Y al final, claro, es un libro que tiene mucho que ver con mis otros libros. Los mismos temas: la infancia, la muerte, y la figura del escritor como ángel caído o demonio en ascenso.

 

P.¿En qué proyectos está trabajando ahora?

R. Acabo de entregar la versión revisada y ampliada de Jardines de Kensington y me dispongo a hacer lo mismo con Vidas de santos, un libro de 1993 que aparecerá el próximo otoño en Mondadori. Es un libro que gira alrededor de la idea de lo religioso y en el que reaparecen varios personajes de Historia argentina. Y, sí, estoy escribiendo una nueva novela que espero tener lista para el 2006 y de la que no quiero contar demasiado. Lo único que puedo decir es que funcionará un poco como continuación natural de Jardines de Kensington y constituirá la segunda parte de una trilogía cuyo tercer volumen estará protagonizado por Albert Speer, el arquitecto del Tercer Reich. Con esto quiero decir que no son tres libros íntimamente relacionados entre ellos sino que el concepto de trilogía está más dado por cierta “textura” y ciertas reincidencias a la hora de combinar lo histórico con lo estrictamente imaginario.

 


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