Letras andróginas
Silvia Alexandrowitch / El País
Día 12/10/2013
La poesía de Lord Byron y Arthur Rimbaud no coincide en absoluto, pero la vida y el aspecto de ambos todavía permanece como modelo estético de artistas de ambos géneros bohemios y malditos, sobre todo en la escena del rock. El primero fue un poeta romántico, el segundo, un simbolista. El primero murió en 1824, y el segundo nació en 1854. A ninguno de ellos se le pasó por la cabeza echar mano de un seudónimo para protegerse de la sociedad decimonónica, moralmente rígida, pero dispuesta a aplaudir sus obras mientras condenaba sus extravagantes vidas. Su dandismo, su androginia y su ambigüedad sexual fueron motivo de escarnio, pero, a fin de cuentas, eran hombres con todos sus atributos. Esto, junto a su inmenso talento, les permitió escribir intensa y prolíficamente y viajar a países exóticos. Eran varones, estaban en su derecho. Byron acumuló deudas y escándalos, excesos de todo tipo, amantes, amores homosexuales, hijos abandonados, travestismos. Se autoexilió para librarse de la censura británica, que le acusaba de sodomía e incesto, viajó por todo el Mediterráneo hasta aburrirse y recalar en Grecia para apoyar la independencia del país del yugo del Imperio Otomano. Luchó sin experiencia junto al ejército rebelde, enfermó y murió en 1824. Byron se convirtió en un héroe. Tenía treinta y seis años, pero su influencia poética y estilística iba a calar muy hondo en la imaginación de numerosas mujeres que empezaban a escribir en secreto. Su bisexualidad debió representar ante ellas un ejercicio más de libre albedrío.