Letras en vuelo libre
Raquel Garzón / El País
Día 31/07/2013
Una creatividad libre de toda angustia de las influencias explica la diversidad y riqueza de los libros que surgen últimamente en América Latina. El auge del yo —ficcionalizado o no— que convierte la intimidad en literatura, una mirada no ideológica sobre la política, ritmos más propios del viaje iniciático que del exilio y variedad de historias pequeñas, fragmentarias —con tramas que van de la anécdota amorosa o familiar al policial o al humor, eludiendo la corrección política— dominan las tramas. Relatos que no se escriben contra nada, pero que tampoco aspiran a ser embajadores de un mapa ni a representar una identidad nacional o local, aunque a veces el pasado reciente resuene o el paisaje propio se imponga casi con la fuerza de un personaje, porque por fortuna —mal que le pese a la globalización— olemos a un lugar, sabemos a él. Como en la vida, en la literatura hay capas, palimpsestos, y se escribe sobre lo ya escrito. Pero hoy nada urge y ese “vale todo” es la clave de lo nuevo. El boom latinoamericano —fenómeno que en los años sesenta y setenta del siglo pasado exportó universos complejos como los de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Julio Cortázar— no es mandato a seguir ni fantasma que sacudirse de encima. Algo que sí sintieron necesario los autores nacidos en torno a 1960 y publicados en McOndo, la antología editada por los chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez en 1996, que dinamitaron el realismo mágico y pusieron en página smog, centros comerciales y “latidos digitales”.