Diez años de la muerte del escritor al que se comió un dinosaurio
Guido Carelli Lynch / Revista Eñe
Día 07/02/2013
Era un hombre diminuto que escribía cuentos brevísimos. “Desde pequeño ya fui pequeño”, solía decir. Sin embargo, su legado es enorme. Hoy, cuando se cumplen diez años de la muerte de Augusto Monterroso, el género que cultivó –la microficción– trasciende las fronteras de los claustros académicos y las bibliotecas; todo el mundo se anima en Twitter, en las redes sociales o en la pared de un baño público. Mientras Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares despuntaban el vicio de los microrrelatos en Cuentos breves y extraordinarios y Juan Ramón Jimenez ya había hecho lo propio en España; en México Juan José Arreola y Monterroso seducían lectores con pocas, poquísimas palabras. “Tito”, como sus amigos lo llamaban, fue todavía más lejos y escribió “El dinosaurio”, el cuento más corto de la historia de la literatura en español, que –dicen– evoca al PRI. “Terminó odiándolo porque opacaba el resto de su obra”, explica la argentina Ana María Shua, una de las exponentes más consolidades en el mundo de la microficción latinoamericana.