Los peligros de leer
Al leer, cuando leemos dándonos a la lectura, algo 'en' nosotros pasa
María Zambrano se preguntaba: "Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir?". Es una pregunta pertinente. Porque, si ya podemos hablar, ¿para qué escribir? ¿Qué nos aporta la escritura que no tengamos en el habla? Zambrano decía que, al hablar, soltamos las palabras, nos desprendemos de ellas de modo que también ellas se alejan de nosotros. Las palabras dichas son nuestras, claro, pero, como en seguida se van, dejan casi de ser nuestras en cuanto salen de la boca. Por eso, a veces, es bueno morderse la lengua pues, a menudo, nos cuesta reconocernos del todo en lo que decimos y pronto tendemos a desdecirnos de lo dicho: "No quería decir eso". Por el contrario, al escribir, se retienen las palabras, se hacen más propias y, al quedar fijadas, ya no podemos, amparándonos en la prisa del hablar, hacer como si no fueran nuestras. Lo escrito, escrito está. Dicho y, ya de una vez por todas, ahí queda: devolviéndonos lo que quisimos decir, en la forma que lo dijimos, sin poder dar marcha atrás. Por eso la escritura nos compromete más de lo que hace cualquier cosa.