Juan Gelman: un poeta de buen humor
- Livio Ávila
- 10 Septiembre 2011
- Amable. El escritor argentino es atento, simpático y bastante bromista. Por ello, su visita a Saltillo significó una bocanada de aire fresco para la cultura.
Saltillo.- El argentino no sólo habla de escritores y retórica. También cuenta sonriendo que toma ocho medicamentos al día y que es fiel consumidor de vitamina T: tacos, tequila, tortas y tamales
Juan Gelman habla de poesía y hasta le otorga a ésta vida propia: “Por más que uno quiera no se puede escribir poesía, se escribe cuando ella quiere, no cuando quiere uno”. También evoca a su amigo Julio Cortázar y a su hermano mayor, quien le recitaba cuando niño poemas del ruso Pushkin. Pero la solemnidad no domina esta entrevista.
Durante la plática con VANGUARDIA, el argentino no escatima en comentarios afables que acompaña con amplias sonrisas. Dice que toma ocho “remedios” al día para mantenerse en pie y que retener poemas completos no es uno de sus fuertes: “¡Hay gente que tiene lagunas en la memoria, yo tengo el Golfo de México!”, bromea el ganador del Premio Cervantes 2007.
—Usted declaró hace poco que no piensa en el lector al escribir, ¿cuál es el gran motivo que tiene para crear poesía?—
“No pienso en el lector porque es el mejor modo de respetarlo, es decir: ‘escribir para’ ya me parece un deseo de imprimir voluntad a lo que no se le puede aplicar voluntad. Por más que uno quiera no se puede escribir poesía, se escribe cuando ella quiere, no cuando quiere uno. Y luego, en relación a lo terapéutico, no. A mí lo que me ocurre es que son como obsesiones que me llevan a escribir, y si escribo es por necesidad. Y, por lo demás, tomo ocho remedios por día y son los que me mantienen en pie (dice sonriendo)”.
—Utiliza la lengua sin tabúes en su poesía, como al escribir “ponido”, ¿de quién aprendió esta forma?—
“De los niños (sonríe). Cuando dicen ‘ponido’ o ‘escribido’, es una cosa que a mí me da mucha ternura porque además ¿a qué vienen esos verbos irregulares? ¿A qué vienen a molestar?”.
—Además de la poesía, el periodismo es otra de su fuerte labor y éste ha sido definido (por Tomás Eloy Martínez) como una relación amorosa con el resto de la humanidad, ¿considera que su poesía con el tema político tiene algo de esto?—
“Yo creo que no. Yo creo que el periodismo es un género literario y que como todo género literario hay quienes lo hacen bien y quienes no. No, son dos cosas diferentes. Son buenos vecinos, pueden vivir uno al lado del otro, pero no en la misma casa. En cuanto a la cuestión de los temas políticos, en la poesía hay un gran equívoco: en primer lugar, el tema político o los asuntos políticos siempre han existido en poesía. Sin ir más lejos que hace 28 siglos, Arquíloco escribía poemas pacifistas y sabía de qué estaba hablando porque él había sido un mercenario que peleó en más de una guerra.
“No puede haber, como le decía, voluntad para escribir. Puede haber hechos políticos como hechos de todo tipo, que despierten la necesidad de la escritura”.
El autor recuerda a un poeta que resume lo que piensa al respecto: que hay que escribir sobre estas circunstancias (políticas, en este caso) “cuando la circunstancia exterior coincide con la circunstancia interior, y esto a mí me parece aplicable a toda la poesía”.
—¿Un ejemplo?—
“Quien mejor ha escrito en verso, en poesía, todo el tema del poder, a mi juicio, ha sido Shakespeare en ‘Ricardo III’, por ejemplo. Se puede pensar que también la ‘Divina Comedia’ es un gran poema político, de manera que estos malos entendidos que han surgido particularmente a partir de la Revolución rusa, la Revolución cubana, conviene tener presente en realidad de qué se trata. Con el hecho de la Revolución cubana, por ejemplo, se han escrito poemas con muy buena voluntad política (risas), pero que son un verdadero panfleto. El único tema de la poesía es la poesía, por eso yo puedo hablar de todo”.
—Sobre situaciones políticas difíciles, ¿la poesía es un arma?—
“Yo creo que eso depende de cada quien, que no se puede generalizar, como alguien dice ‘Todas las mujeres son así y asá’, y eso es una tontería a mi juicio. Yo creo que cada quien atiende a los estímulos, es decir, a la circunstancia exterior en la medida en que coincide con la circunstancia del interior. Yo no creo que la escritura de la poesía pueda modificar nada desde el punto de vista político, pero sí creo que puede enriquecer, que enriquece, de hecho, a sus lectores, que eventualmente algún día cambiarán las cosas, pero la poesía no hace la revolución.
—¿Cómo descubrió el poder poético en su vida?—
“Mire, yo pertenezco a una familia ucraniana, yo soy el único argentino, y mi hermano mayor nos recitaba a Pushkin, el poeta ruso, en ruso, y yo no entendía nada de lo que él me decía, pero tenía cinco o seis años y me encantaba la música de la palabra, y realmente me producía un sentimiento que yo no encontraba ni en la escuela, ni en el barrio, ni en ninguna parte. Yo creo que eso me marcó: todavía recuerdo —y han pasado muchos años— algunos de esos versos, porque yo acosaba a mi hermano y le pedía a cada rato que me volviera a recitar a Pushkin (ríe), todavía sigo sin saber qué significa”.
—¿Qué experiencia con Julio Cortázar nos puede platicar? —
“La experiencia de la amistad con él. Era un hombre que tenía una humanidad muy grande y tenía además un humor y de una humildad muy grandes. Yo estuve exiliado en París más de seis años, en exilio político, bajo la dictadura militar, y ahí nos hicimos más amigos, ya nos conocíamos. Yo lo jorobaba, como decimos en Argentina, porque él hablaba con la ‘egrre’ (el escritor imita la erre francesa), y le dije: ‘Ya sé por qué vives en Francia, ¡porque sos gangoso!’, se reía mucho con eso.Él nació en Bélgica y adquirió esa erre tan francesa”.
—¿Qué poemas han sido sus fundamentales, nos puede decir alguno?—
“¿De memoria? ¡Hay gente que tiene lagunas en la memoria, yo tengo el Golfo de México! (ríe). Le puedo hablar de los poetas: el argentino Raúl González Tuñón, el peruano César Vallejo… y luego, fui leyendo tantos otros, porque a mí la lectura de poesía realmente me enriquece, me abre los ojos sobre muchas cosas y sobre todo, sobre mí mismo”.
—Es usted un habitante de México desde hace varias décadas, ¿hoy qué futuro le augura en esta situación difícil y de transición?—
“Yo no soy mexicano, el artículo 43 de la Constitución me prohíbe inmiscuirme en los asuntos internos de México. Cuando el Parlamento mexicano modifique la situación, voy a opinar con todas las letras (sonríe)”.
Pero sí puede decir qué le gusta de aquí, pues vino “voluntariamente”.
“No vine aquí exiliado y me quedé, sino que tuve el exilio en Europa. Pero hace 22 años decidí venir a vivir aquí y aquí estoy. Para mí el país es un país extraordinario, la riqueza en todos los sentidos que tiene, desde la comida, hasta la gente, los paisajes y además porque el médico me recomendó la vitamina T que en ese entonces aquí era barata y de muy buena calidad; también tacos, tequila, tortas, tamales (ríe)”.
Dice que en Saltillo su participación fue con poemas de amor porque “parece que hacen falta en este mundo”.
Fuente: http://www.vanguardia.com.mx/juangelmanunpoetadebuenhumor-1093169.html