Desde hace nueve años, el escritor de literatura fantástica Bruce Holland Rogers consigue un simpático sobresueldo gracias a su servicio de suscripción a cuentos. En la actualidad, más de 700 lectores de todo el mundo, con un índice de renovación anual de más del 80%, le pagan diez euros al año para que les envíe cuentos. Rogers les remite tres relatos al mes, 36 al año, a través de e-mail. No les impide la copia ni les exige nada. Es dinero directo al bolsillo del autor, que luego comercializa algunos de los relatos en forma de libros.
Al igual que Rogers y su web short-shortshort.com, un creciente número de autores está empleando las tecnologías que parecían haberse puesto en su contra, al favorecer las copias, para cambiar su relación con el lector. Todavía es un movimiento tímido, pero la tendencia es evidente: con un reparto de ingresos que hace que solo un 10% del PVP vaya a sus bolsillos, los creadores desconocidos tienen poco que perder si apuestan por otros canales que todavía no están maduros, pero garantizan ingresos más altos en caso de éxito moderado.