El miedo a los niños de Hans Christian Andersen
Si decimos Hans Christian Andersen la primera palabra que nos vendrá a la mente es la infancia ya que Andersen es uno de los escritores de cuentos para niños más famosos. Sin embargo, era un personaje excéntrico que los temía, ni siquiera él se consideraba a sí mismo un escritor de literatura infantil e incluso se negó a que le erigieran una estatua rodeada de figuras de niños.
Nació en una familia humilde, pero disfrutó de una infancia feliz, con un padre ebanista que le fabricaba juguetes y pintaba cuadros.
El joven Hans tuvo que enfrentarse a la dislexia en la escuela y era un niño retraído. Tras la vuelta de la guerra, su padre murió al poco tiempo y la familia cayó en la ruina. Hans se tuvo que poner a trabajar y a los 14 años decidió arriesgarse a buscar fortuna en Copenhague. Sobrevivió gracias a su hermosa voz como cantante del coro del Teatro Real.
En 1829 publicó su primer libro que se adentraba en el género fantástico, y tuvo un éxito notable. En 1831 inició un periplo por Europa. Se convirtió en un gran viajero. Su gran triunfo literario le llegó con la novela El improvisador, después llegaron los primeros libros de cuentos que le procuraron una situación económica más que holgada.
No le gustaban los niños por las burlas que había tenido que soportar de pequeño debido a sus problemas con la lectura y la escritura, probablemente la escritura de cuentos infantiles fue una forma de recuperar esa infancia perdida. En 1847, se publicó su libro autobiográfico, El cuento de mi vida.
Andersen conoció a Charles Dickens en 1847. En 1857, Dickens lo invitó a pasar un tiempo en su casa de campo, donde el escritor danés mostró todas sus excentricidades, hasta el punto que Dickens se fue a Londres y dejó con su mujer y sus hijos.
Andersen tenía fobia a los perros, al extravío de su documento de identidad, a los robos, a los incendios, y a los niños. En una ocasión unos niños le regalaron una caja de bombones, y el escritor, sospechando que estaban llenos de veneno, los regaló a sus sobrinas, aunque tras ver que no estaban envenenados se los quedó de nuevo. Nunca se casó ni tuvo hijos.
Al final de su vida fue reconocido en Inglaterra como el mejor escritor vivo.
En 1867, recibió el título de ciudadano honorario de su ciudad natal, y el rey danés le otorgó el cargo de consejero de Estado por decreto personal.
Murió en el 4 de agosto de 1875. Poco antes de su muerte le pidió a un compositor que compusiera una marcha para su funeral que se ajustara al paso infantil ya que, a pesar de su fobia, estaba seguro de que los niños asistirían a su funeral.