Escritoras ocultas por la historia (XV)
El 15 de octubre se celebró el Día de las Escritoras, para conmemorarlo seguimos con la sección en la que recordamos algunas figuras fundamentales de la cultura española que han quedado relegadas por la historia, a pesar de ser figuras intelectuales de primera magnitud.
María Zambrano
La obra de María Zambrano fue ignorada durante gran parte de su vida, es de las pocas pensadoras que sí logró reconocimiento importante en los últimos años de su vida aunque no es todavía el que la singularidad de su obra merecería.
María Zambrano Alarcón nació en Vélez-Málaga, España, el 22 de abril de 1904. En 1905, se trasladó con su familia a Madrid y después a Segovia, donde estudió y tuvo sus primeros amores. En 1924, su familia se trasladó de nuevo a Madrid, donde se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1927 asistió por primera vez a la tertulia de la Revista de Occidente, e inició su amistad con Ortega y Gasset. En 1928 comenzó su doctorado e ingresó en la Federación Universitaria Escolar (FUE), donde comienza a colaborar en la sección "Aire Libre" del periódico madrileño El Liberal. Participó en la fundación de la Liga de Educación Social e impartió clases en el Instituto Escuela. En 1931 fue nombrada profesora auxiliar de Zubiri en la cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad Central.
El 7 de marzo de 1932, la cercanía profesional de María con José Ortega y Gasset la llevó a firmar el Manifiesto y creación del Frente Español (FE), que mostró muy pronto su perfil fascista, antes esto la propia Zambrano, disolvió el incipiente movimiento. Participó, en cambio, en las Misiones Pedagógicas, a través de su amiga Maruja Mallo en la tertulia de Valle Inclán. Entre 1932 y 1934, colaboró en la Revista de Occidente, la poética reunión de estrellas del 27 reunida en Los Cuatro Vientos, la juvenil Hoja Literaria de Azcoaga, Barbudo y Plaja y el santuario de José Bergamín Cruz y Raya, en cuyas tertulias conocerá a un aturdido Miguel Hernández.
En 1935 empezó como profesora de filosofía en la Residencia de Señoritas y en el instituto Cervantes.
El 18 de julio de 1936, María Zambrano se sumó al manifiesto fundacional de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura (AIDC). El 14 de septiembre de 1936, contrajo matrimonio con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave, recién nombrado secretario de la Embajada de España en Chile, de camino, hicieron escala en La Habana, donde pronunció una conferencia sobre Ortega y Gasset y allí conoció al que se convertiría en su mejor amigo José Lezama Lima.
En plena guerra civil española regresaron a España, su marido se incorporó al ejército y ella colaboró en la defensa de la República desde el consejo de redacción de Hora de España y participó en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Fue nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada.
En 1938 se trasladó a Barcelona pero poco tiempo después tuvo que partir al exilio, a Francia, Nueva York, La Habana, donde fue invitada como profesora de la Universidad y del Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas, y México, donde fue nombrada profesora en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo de Morelia, (Michoacán), donde publicó sus libros Filosofía y poesía y Pensamiento y poesía en la vida española, y entablaría relación con Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Entre 1940 y 1945 trabajó con intensidad en seminarios y ciclos de conferencias o dictando lecciones y cursos en diversas instituciones cubanas y puertorriqueñas, como el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de San Juan de Puerto Rico, la Asociación de Mujeres Graduadas y el Ateneo, o la Asamblea de Profesores de Universidad en el exilio reunida en La Habana.
Se instaló en París con su hermana Araceli, de 1947 a 1953. Juntas partieron a La Habana y México, después a Roma, donde permanecieron hasta 1959. Su precaria salud y su complicada situación económica no le impidieron seguir escribiendo sus ensayos, piezas maestras como España, sueño y verdad o La España de Galdós.
De nuevo fue forzada a abandonar Roma y se instalaron en el Jura francés, hasta 1977. Allí escribió La tumba de Antígona, El hombre y lo divino y Claros del bosque. La publicación en la Revista de Occidente, en febrero de 1966, del artículo de José Luis López Aranguren Los sueños de María Zambrano, al que siguieron los trabajos de JoséÁngel Valente en Ínsula y de José Luis Abellán le generó parte del reconocimiento intelectual que merecía.
Estos últimos años fueron menos problemáticos económicamente, gracias a la generosidad de su mecenas Timothy Osborne y su segunda esposa.
A partir de 1981 se mudó a Ginebra y empezó a recibir reconocimientos, como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
El 20 de noviembre de 1984, María Zambrano regresó por fin a España tras casi medio siglo de exilio, se instaló en Madrid, y en 1988 se le concedió el Premio Cervantes.
Murió en Madrid el 6 de febrero de 1991.
Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila.
María Zambrano
El método filosófico de María Zambrano estaba marcado por dos grandes cuestiones: la creación de la persona (el ser del ser humano como problema fundamental para el ser humano) y la razón poética (que se construye como el método adecuado para la consecución del fin propuesto: la creación de la persona).
Su obra magna es El hombre y lo divino, que trata de la fenomenología de lo divino, fenomenología de la persona o fenomenología del sueño, siempre se trata de una indagación que apunta a la desvelación de «lo que aparece».
La poesía, piensa Zambrano, es respuesta, la filosofía, en cambio, es pregunta. Toda pregunta esencial es, para Zambrano, un acto trágico porque proviene siempre de un estado de indigencia. Se pregunta por qué algo se ignora, por qué algo falta; la ignorancia es la falta de algo: de conocimiento o de ser.
Toda la obra de Zambrano busca «humanizar la historia y aun la vida personal; lograr que la razón se convierta en instrumento adecuado para el conocimiento de la realidad, ante todo de esa realidad inmediata que para el hombre es él mismo».
María Zambrano propone la razón poética, distinta de la razón vital e histórica de Ortega y de la razón pura de Kant. La razón de Zambrano es una razón que trata de penetrar en los ínferos del alma para descubrir lo sagrado, que se revela poéticamente. La razón poética nace como un nuevo método idóneo para la consecución del fin propuesto: la creación de la persona individual.
En 2011 se inició la publicación de sus obras completas a cargo de Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, que incluyen: Horizonte del liberalismo (1930), Hacia un saber del alma (1934), Filosofía y poesía (1939), Unamuno (1940), El pensamiento vivo de Séneca (1941), La confesión, género literario y método (1943), Hacia un saber sobre el alma (1950), Delirio y destino (1953), El hombre y lo divino (1955), Persona y Democracia: Una historia sacrificial (1958), España, sueño y verdad (1965), La tumba de Antígona (1967), Los sueños y el tiempo (1998), El sueño creador, Claros del bosque (1977), De la aurora (1986), El reposo de la luz (1986), Los bienaventurados (1979), Para una historia de la piedad (1989), Cartas de la Pièce. Correspondencia con Agustín Andreu (1970).