Escribir tumbado

Es de sobras conocido que Ernest Hemingway escribía de pie en un atril, y en el lado opuesto, el escritor más conocido por escribir tumbado fue Juan Carlos Onetti que pasó los últimos años de su vida postrado en la cama  a pesar de no sufrir ninguna enfermedad.  Enfundado en las sábanas escribía, leía, recibía a sus amigos y daba entrevistas. Sobre su cama un cartel rezaba: «Se nace cansado y se vive para descansar. Ama a tu cama como a ti mismo. Descansa de día para dormir de noche».

Peor muchos otros autores escribieron grandes obras tumbados, algunos obligados por la enfermedad, como George Orwell que tuvo que teclear su famosa novela 1984 postrado en la cama, ya moribundo.  

Agatha Christie escribía tumbada pero ¡en una bañera!, en la que había mandado instalar una repisa de caoba, a modo de escritorio, en la que depositaba fruta, sus lápices, cuadernos de notas y su taza de té.

Truman Capote confesó en una entrevista: “Soy un escritor completamente horizontal. No puedo pensar a menos que esté acostado”.

Onetti se había inspirado en el gran autor gallego Ramón María del Valle-Inclán que escribía acostado en la cama en cuartillas que después fijaba con chinchetas en un tablero para que su mujer ordenara y transcribiera, y también recibía allí sus visitas.

Marcel Proust permanecía en la cama escribiendo y corrigiendo hasta el mediodía, con la cabeza sobre dos almohadas. Su habitación estaba forrada con corcho, lo mismo hacía Edith Wharton, que pasaba varias horas escribiendo en la cama después del desayuno, y tiraba al suelo las páginas terminadas, que recogía su secretaria.

Julio Camba vivió sus últimos años en una habitación de hotel, que le hacía de despacho horizontal.