Bicentenario de Frankenstein
Mary Shelley publicó Frankenstein o el moderno Prometeo, el 1 de enero de 1818. Escribió el relato tras una noche en la casa de Lord Byron a orillas del Lac Leman, en Suiza, en que este retó a sus invitados a escribir un cuento de terror. Mary Shelley, que era en aquel entonces muy joven, ideó un ser creado por la ciencia a partir de trozos de cadáveres diseccionados y al que logran insuflar vida gracias a la electricidad.
El personaje, que buscaba ser un símbolo de la orfandad y alienación humanas, en la novela no tiene nombre y es llamado con diferentes apelativos tales como demonio o desgraciado.
En 1823 se hizo una segunda edición, esta vez firmada ya que la primera edición había sido publicada de forma anónima, y en pocos años se sucedieron numerosas adaptaciones teatrales. En 1831 se publicó la tercera edición, esta vez de cuatro mil ejemplares.
Ha habido numerosas interpretaciones de la obra, algunos ven en el monstruo la metáfora de la opresión, en el inicio de la Revolución Industrial, otros el resultado trágico de la tecnología pero también se puede emparentar la historia con la tradición literaria como Fausto o el Golem.
Fue la recepción popular la que logró que el personaje adquiera vida propia y fuera llamado Frankenstein, como el científico que lo creó en la ficción.
La orfandad es el tema central de la novela, Mary perdió a su madre al nacer, siempre tuvo una relación difícil con su padre, y pasó una infancia solitaria dedicada a la lectura. Aunque la relación con su padre, el filósofo William Godwin, no fuera fácil, lo cierto es que este le proporcionó una educación intelectual poco frecuente en la época para las mujeres. La infancia de Mary Shelley, por otro lado, estuvo marcada por la ausencia física de su madre pero en cambio por una gran presencia intelectual, ya que esta fue la escritora y filósofa Mary Wollstonecraft, que publicó en vida un exitoso ensayo en defensa de la Revolución Francesa, y el libro Vindicación de los derechos de las mujeres, donde exigía la educación para las niñas, considerado el primer tratado feminista, en paralelo a la Declaración Universal de los Derechos de la Mujer.
La novela fue aclamada enseguida y sufrió numerosas versiones teatrales, la más exitosa Presunción, o el destino de Frankenstein, de Richard Brinsley Peake, estrenada en 1823. El personaje ha dado pie a la creación de otros personajes de novelas, cómics, series televisivas y películas. En el cine, el personaje de Frankenstein tuvo su apogeo con el rodaje de la película protagonizada por Boris Karloff en los años 30, que se basaba en gran parte en una obra teatral de Peggy Webling, estrenada en Londres en 1927. Hubo otra versión en 1957: La maldición de Frankenstein, producida por la Hammer y con Christopher Lee. En 1994 se rodó una nueva versión, Frankenstein de Mary Shelley, dirigida por Kenneth Branagh, que buscó la máxima fidelidad al texto original, así como la miniserie de 2004: Frankenstein, dirigida por Kevin Connor, interpretada por Luke Goss.
