Chatêau Montecristo
En las afueras de París es posible visitar el castillo que Alexandre Dumas construyó a su gusto con el dinero que consiguió con las ventas de El conde de Montecristo.
Buscaba un lugar donde pudiera vivir por todo lo alto y degustar los máximos placeres terrenales, además de escribir.
Y, en 1844, eligió una colina situada en las laderas de Port-Marly y contrató al famoso arquitecto Hippolyte Durand.
El alma del escritor está omnipresente tanto en la arquitectura como en la decoración: motivos florales, ángeles, instrumentos musicales y armas se codean con diversos animales extraños.
Sobre cada ventana en la planta baja hay un retrato de un escritor dramático y, sobre la puerta principal, el del propio Alejandro Dumas. En el frontón, su lema personal: "Me encanta quién me ama".
Una de las curiosidades del castillo es la sala de estar morisca, que fue construida por artesanos tunecinos, adscritos al Bey de Túnez, Hadji Younis y su hijo Mohammed, a quien Alexandre Dumas trajo consigo de uno de sus viajes.
Un enorme parque rodea el castillo, y en medio de su frondosidad aparece otro edificio, el gabinete de trabajo de Alexandre Dumas, que llamó el castillo de If, un pequeño castillo neogótico construido en una pequeña isla, desde el que se veía el gran castillo. En la fachada, están inscritos los títulos de las obras de Dumas.
En el castillo disfrutó de una vida suntuosa, de los placeres de las mujeres y los fabuloso manjares que el mismo preparaba para sus invitados. En 1848 cayó en la ruina y tuvo que vender la propiedad, por la que dieron treinta y un mil francos, cuando le había costado varios cientos de miles. El comprador le permitió todavía residir un tiempo en la casa, pero en 1851 la dejó definitivamente para exiliarse a Bélgica.
La propiedad fue vendida en varias ocasiones y en 1969 el penoso estado del inmueble hizo que la compañía propietaria tuviera un proyecto para derribarlo y crear cuatrocientas viviendas. Se creó entonces, con el fin de salvar el Castillo, la Sociedad de los amigos de Alexandre Dumas, y fue restaurado gracias al mecenazgo del rey Hassan II, que se ocupó del salón morisco, y en 2015 sufrió una restauración general.
Actualmente está abierto a las visitas.
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