Reconocimiento de los traductores literarios
Los traductores literarios son una pieza imprescindible para el desarrollo de la cultura y, sin embargo, son los quedan más desatendidos por parte de la industria editorial. El nombre de los traductores casi nunca aparece en las portadas de los libros sino en la primera página, y en letra pequeña, y la remuneración es baja.
La mayoría de lectores no leen a los autores en lengua original sino la traducción. Una mala traducción puede destruir un libro, en cambio, una buena traducción nos regala la riqueza lingüística de algunos autores extranjeros. En el ámbito del español no faltan buenísimos traductores, como Miguel Sáenz, que nos obsequió entre otros muchos, la lectura de de William Faulkner o Günter Grass; José Luis López Muñoz, traductor de Jane Austen; Carlos Mayor, que se enfrentó a la dificultad del léxico italiano dialectal de Andrea Camilleri; Carmen Franci fue traductora de Toni Morrison, Nadine Gordimer o Joyce Carol Oates; Carlos Pujol nos ha dejado memorables traducciones de Balzac, Voltaire u Orwell; Consuelo Berges, tradujo a Stendhal y Proust; Enrique de Hériz, ha traducido autores de la talla de Daniel Defoe y Jonathan Frazen y Esther Benítez obras de Calvino, Pavese o Manzoni, entre otros.
A pesar de ello, según la Sección Autónoma de Traductores de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACETT), siete de cada diez tiene que dedicarse además a otro trabajo para poder sobrevivir.
El oficio del traductor se ha vuelto algo menos farragoso gracias a los programas de traducción y edición de textos, y, sobre todo, a la cantidad de información que pueden encontrar en internet, también ayuda la globalización de términos de algunas culturas que se han hecho populares en todo el mundo, y que hace que no tenga que llenar el texto de notas a pie de página, pero la labor del traductor, o la traductora no es nada fácil, no solo tiene que lograr construir en otra lengua la misma cadencia, tono, y estilo del original, sino que tienen que hacerlo teniendo en cuenta la recepción cultural de los lectores.
Ha habido casos en la historia en que las traducciones incorrectas se han perpetuado. Ismail Kadaré llamó la atención sobre el hecho de que los primeros versos de la Ilíada estaban mal traducidos en todos los idiomas. De la famosa frase: "Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo", decía Kadaré: la traducción no debía ser canta sino cuenta; hada o poetisa en vez de diosa; no cólera sino manía u obsesión, y no hijo sino descendiente o miembro del clan, por tanto: "Cuenta, oh poetisa, la obsesión de Aquiles, descendiente de Peleo". También se tradujo durante décadas La transformación de Kafka como La metamorfosis.
Miguel Sáenz
Para entender mejor los entresijos del oficio, existen algunos libros escritos propios traductores sobre su trabajo: Javier Calvo, traductor de J.M. Coetzee, Don Delillo o Joan Didion, lo hizo en El fantasma en el libro, donde explica el pasado de la traducción y su presente, y futuro. Virgilio Moya en La selva de la traducción. Teorías traductológicas contemporáneas, expone cronológicamente las diferentes teorías y tendencias que han surgido en la traducción en los últimos 50 años. Umberto Eco plasmó en una serie de conferencias sus notas sobre el arte de traducir en Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción. Traducir no consiste solamente en buscar equivalentes de palabras sino en evocar, trasladar ambigüedades y metáforas. Eugene Nida es el creador de la equivalencia dinámica o funcional, una técnica de traducción que busca reproducir la intención del texto original en lugar de traducir palabra por palabra, teoría que desarrolló en su libro Sobre la traducción.
Carlos Pujol - Esther Benítez
David Bellos ha ganado el primer Man Booker International Translator´s Award y el Goncourt de biografía, y es autor de Un pez en la higuera, una fabulosa historia de la traducción. Enrique de Hériz, escribió Mentira y Manual de la oscuridad.
Enrique de Hériz - Ana María Bejarano
Algunas traducciones son tan buenas que Peter Handke llegó decir que prefería sus propias novelas traducidas al francés por Georges-Arthur Goldschmidt. La traducción entre insignes escritores tampoco ha sido una excepción: Baudelaire tradujo admirablemente a Poe, Cortázar a Yourcenar, Pasternak a Shakespeare, y Pavese a Melville.