Leer para escribir
Jorge Wagensberg, el físico español, decía que “las disciplinas del conocimiento crecen por sus costuras, es decir, por interdisciplinariedad” y el modo de comunicarse entre ellas es el lenguaje. Aislar las disciplinas y dejar de lado las humanidades, como está ocurriendo en los últimos planes de estudios, solo puede ir en detrimento del pensamiento.
Leer, leer bien, entender lo que se lee, -que no siempre son sinónimos-, es fundamental para desarrollar tanto el pensamiento como la creatividad. Sin embargo, cada vez se lee menos y peor. La falta de tiempo junto con la acumulación de información nos puede volver incapaces de comunicarnos con propiedad y profundidad. Esto haría un daño terrible a la cultura. Incluso las sociedades donde no hay cultura escrita, como algunas culturas africanas, poseen, en cambio una ingente cultura oral, y una maravillosa capacidad para contar historias y "leer" el mundo. Más allá de las peculiaridades de cada cultura, es esa capacidad de traducir, entender, organizar el mundo a través del pensamiento lo que debería ser un valor irrenunciable.
Escribir es pensar, cuanto más se escribe más nos obligamos a estructurar y organizar pensamientos. El trabajo estilístico es también una suerte de aprendizaje del pensamiento que nos lleva no solo a la belleza sino a una evolución personal. Decía Abelardo Castillo: "En cuarenta años de literatura aprendí dos o tres cosas más, pero, por decirlo así, son de orden moral. Por ejemplo: corregir encarnizadamente un texto no es una tarea retórica o estilística, es un trabajo espiritual."
La comunicación, precisamente por este carácter mundial de la información, es un elemento fundamental de nuestros tiempos, sin embargo en las escuelas no nos enseñan a comunicarnos verbalmente y cada vez menos a hacerlo por escrito.
No es raro encontrar a eminentes científicos, economistas, técnicos, escribir farragosos textos, memorias aburridas o con la información mal ordenada. Incluso hay muchas personas que quieren escribir libros pero no les gusta leer. Esas son ecuaciones imposibles, no hay ciencia si no es posible comunicarlas convenientemente, ni hay arte si no hemos aprehendido de nuestros maestros.
El escritor Ray Bradbury dejaba un consejo a los escritores:
“A los amigos que escriben siempre he intentado enseñarles que hay dos artes: primero, terminar una cosa; y luego el segundo gran arte, que es aprender a cortarla sin matarla ni dejarle ninguna herida. Cuando empecé mi vida de escritor ese trabajo me repugnaba, pero ahora que soy más viejo se ha vuelto un juego maravilloso, un reto que me gusta tanto como escribir el original, porque es un reto. Tomar un escalpelo y cortar al paciente sin matarlo es un reto intelectual”
A escribir se aprende leyendo y escribiendo mucho, también cortando, eliminando lo superfluo, reordenando, este trabajo que al principio parece aburrido se acaba convirtiendo en una pasión cuando sentimos los cambios fundamentales no solo en la belleza de un texto sino en la capacidad de producir pensamiento. Escribir bien obliga a pensar lo que se quiere hacer llegar al lector y eliminar lo que sobra.
Ni siquiera los genios se libran de esta labor, como confesaba el gran escritor ruso Leon Tolstoy:
"Una cosa que empecé tiempo atrás la rehíce ya tres veces y pienso rehacerla una vez más para quedar satisfecho de ella. Quizás esto sea como el trabajo de Penélope, pero ello no me abate. Yo no escribo por ambición, sino por gusto. Encuentro placer y utilidad en esta labor, por eso la hago."