Donación de la biblioteca personal de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo a la Biblioteca Nacional argentina
La biblioteca que llenó las paredes del apartamento en que vivían Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo ha sido, finalmente, adquirida y donada a la Biblioteca Nacional Argentina. Se trata de diez lotes de treinta y tres cajas cada uno, con un total de diecisiete mil ejemplares. En la colección confluyen las bibliotecas de Adolfo Bioy Domecq y Martha Casares Lynch, la del matrimonio de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, y parte de la de Jorge Luis Borges.
La adquisición de la Biblioteca era un proyecto que estaba en marcha desde 2012, y ha podido ver la luz finalmente gracias a la colaboración mutua con el sector privado y particulares. La biblioteca fue comprada a los herederos de Bioy por valor de cuatrocientos setenta mil dólares, reunidos a través de un grupo de empresas, fundaciones y particulares con el objetivo de que después fuera donada a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM). El grupo de donantes está compuesto por Ricardo Torres, Sandra Sakai, Anna y Marina Gancia, Eduardo y Mariana Elsztain, Marcela Zinn, Fundación Páremai Fractal, Alejandro Stengel, María Cecilia Bullrich, José María Malbrán, Banco Galicia, Banco Hipotecario y Fundación Bunge y Born.
Esta donación permitirá a los investigadores reconstruir sus lecturas e intereses, ya que los libros están anotados y subrayados.
La donación contiene, por ejemplo, la obra completa de Sir Thomas Browne; un ejemplar de Finnegans Wake, de James Joyce, en el que hay manuscrito juego de palabras de Borges y Bioy; una prueba de imprenta con correcciones de Borges de El jardín de senderos que se bifurcan, y un edición de Viaje olvidado, de Silvina Ocampo, repleto de correcciones manuscritas realizadas por ella, así como los folletos de la vanguardia surrealista que Silvina Ocampo compró en Francia, y primeras ediciones de la obra de Bioy Casares y de Jorge Luis Borges.
Laura Rosato declaró que se trata de "una generosa donación que no se daba desde principios del siglo XX y con la que estamos rompiendo la tradición maldita por la que las grandes colecciones terminan en las bibliotecas de universidades extranjeras y perdemos nuestro patrimonio".