Amistades literarias: Sartre y Camus
La relación entre Jean Paul Sartre y Albert Camus es la historia de una amistad pero también la de un desencuentro que los volvió irreconciliables.
Ambos fueron los máximos representantes del existencialismo de la década de los 50, del SXX. La novela La Náusea, de Sartre, puede considerarse el texto fundacional del existencialismo, narra la vida rutinaria de un burgués hastiado de su existencia y la obra era en realidad una escenificación de las ideas filosóficas del autor. Con El extranjero, Camus logró una mayor intensidad vital de los personajes que hacen que la narración sea el armazón sobre el que se sitúan las razones filosóficas. El mismo Sartre supo ver al gran escritor y no dudó en compararlo con Kafka y Hemingway, sus autores predilectos. Su diferencia de enfoque se hizo más evidente tras la publicación del El mito de Sísifo de Camus, donde Sartre consideró que este banalizaba ciertos aspectos filosóficos:
"Camus presume un poco al citar fragmentos de Jaspers, Heidegger y Kierkegaard, a los que, por cierto, no siempre parece haber entendido bien". En el fondo el conflicto empezó a desarrollarse en esta encrucijada imposible entre la visión racional y filosófica, y la literaria y pasional.
Jean-Paul Sartre y Albert Camus se conocieron en junio de 1943 en el estreno de la obra teatral Las Moscas, de Sartre. Camus, que hacía un año que había publicado su novela El Extranjero, se presentó a Sartre que era ya un escritor e intelectual reconocido también por su activismo político. En ese momento ambos eran militantes de izquierda, ambos e consideraban a sí mismos comunistas, y hubo una clara afinidad intelectual ya que ambos habían logrado las más altas cimas del existencialismo como movimiento literario, pero, tras la segunda guerra mundial, la guerra fría hizo que las posturas dejaran de ser meramente ideológicas y que tuvieran que confrontarse con la situación histórica. Sartre defendió el modelo comunista del bloque soviético y chino mientras que Camus se opuso a la violencia social en nombre del comunismo.
La polémica, que empezó siendo filosófica, acabó mostrándose públicamente. Sartre creía en el modelo social estalinista y estaba dispuesto a perdonar los excesos (la falta de libertades, el terrorismo de estado y la ausencia de garantías constitucionales), porque consideraba que como proyecto global buscaba el bien de todos y por tanto era moralmente superior al capitalismo. Camus defendió en cambio que estas condiciones convertían al socialismo en un sistema tan condenable como el sistema explotador capitalista. Sartre se negó a condenar las purgas antisemitas en Checoslovaquia y la Unión Soviética, y Camus condenó el colonialismo francés pero no tuvo una postura clara ante las atrocidades que cometió el estado francés en Argelia, su tierra natal.
Sartre clamaba por un activismo que Camus criticaba. Sin embargo, en sus vidas actuaron de modo contradictorio ya que Camus participó activamente en la Resistencia Francesa mientras Sartre se limitó a publicar unos pocos artículos casi al final de la ocupación.
Solo una mirada literaria, la que enfrenta al ser humano a sus propias contradicciones, esa mirada que tan bien supo relatar Dostoyesvky, nos permitiría entender las múltiples contradicciones de estas dos mentes brillantes del SXX:
"En cambio, el deseo es la expresión de la totalidad de la vida humana, sin excluir de ella la razón ni los escrúpulos; y aunque la vida, tal como ella se manifiesta, suela tener un aspecto desagradable, no por eso deja de ser la vida y no la extracción de una raíz cuadrada".