Trotalibros
Llega el verano, las vacaciones y los amantes de de la lectura se plantean sus destinos viajeros.
Enrique Vila-Matas no ha ocultado nunca el placer que siente en esos viajes que son una búsqueda de los espacios míticos de sus autores/as preferidos. Truman Capote escribió en sus narraciones Los perros ladran o Música para camaleones algunas de las mejores páginas viajeras.
Melville explica los requisitos que debe reunir el trotamundos: "Para ser un buen viajero y obtener del viaje verdadero placer son necesarias varias condiciones. La primera consiste en ser joven y despreocupado, dotado de talento e imaginación". Paul Theroux, uno de los clásicos imprescindibles, pasó más de cincuenta años viajando. En su libro El tao del viajero nos invita al viaje: "Deja tu casa. Ve solo. Viaja ligero. Lleva un mapa. Ve por tierra. Cruza a pie la frontera. Escribe un diario". Martha Gellhorn estuvo casada cinco años con Hemingway, pero ya antes era una conocida como reportera de guerra, en Cinco viajes al infierno, narra con notable humor, cinco viajes en los que pasó sus peores experiencias. Lawrence Durrell fue el gran cronista de la cultura mediterránea, vivió muchos años en la isla griega de Corfú y dejó escritas sus vivencias en libros como La celda de Próspero, Las islas griegas, Venus marina o Carrusel Siciliano. Su obra literaria magna, El cuarteto de Alejandría, narra la vida en esta por cosmopolita ciudad egipcia poco antes y durante la segunda guerra mundial. Gustave Flaubert escribía en sus Cartas de Egipto: "¿No tengo acaso todo lo que hay que envidiar en el mundo? Independencia, la libertad de mi fantasía, mis 200 plumas talladas y el arte de poder usarlas".
Otros se forjaron como escritores en sus viajes, como Bruce Chatwin o Peter Mathiessen. Chatwin legó sus notas más personales en el libro publicado póstumamente ¿Qué hago yo aquí?, título que tomó prestado de la carta que escribió Rimabud a su familia en su estancia en Etiopía. En su otra obra maestra, Los trazos de la canción, Bruce Chatwin relata su viaje por Australia, la vida aborigen y se convierte en una de los más apasionadas defensas de la vida nómada jamás escritas. Chatwin ha inspirado a otros escritores viajeros como Gabi Martinez que aporta su particular modo de narrar en el libro En la Barrera, un viaje por la costa de Queensland, en el oeste de Australia.
Si queremos esbozar una sonrisa, y nos gusta reírnos de nosotros mismos, viajeros insaciables, es buen idea sumergirse en las páginas de la crónica del que probablemente fuera unos de los primeros "viajes organizados", el que realizó Mark Twain, en un vapor que salió del puerto de Nueva York para realizar una “excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea, Grecia y lugares de interés intermedios”, como rezaba el anuncio. Un sano ejercicio de autocrítica es el clásico El antropólogo inocente, escrito por Nagel Barley, que narra con excelente humor británico las vicisitudes de su trabajo de campo con el pueblo Dowayo de Camerún, o Mi vida en rose, del estadounidense David Sedaris, que escribió una novela divertida de un típico americano que viaja a París e intenta aprender francés.