La gestación de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez
Aunque “Cien años de soledad” no hubiera existido nunca sin el genio imaginativo de Gabo, también es cierto que hubo una serie de sucesos vitales que fueron el germen de la particular mirada de lo que se acabó denominando como el realismo mágico.
El lugar:
El nombre de Macondo
Todos sabemos que Macondo es un pueblo ficticio y no existe ningún pueblo en Colombia con ese nombre. Sin embargo, la imaginación funciona relacionando elementos y en este caso parece que la idea de llamar Macondo al pueblo donde se situaba la acción de Cien años de soledad, Los funerales de la Mamá Grande o La Hojarasca vino, -tal como confesaba el propio García Márquez en su autobiografía Vivir para contarla-, del nombre de una finca bananera cercana a Aracataca, su pueblo natal, que le había llamado la atención desde niño por su sonoridad. En la novela, José Arcadio Buendía y los miembros de su expedición, -formada por varios amigos, esposas e hijos-, deciden instalarse en la zona y fundar el pueblo de Macondo, tras haber deambulado durante meses y a causa del sueño de José Arcadio en que aparecía una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo cuyo nombre era Macondo.
Como curiosidad, en 2004 el pueblo de Arataca, ciudad natal del escritor, se encontraba en quiebra y se propuso a sus habitantes tomar el nombre de Macondo para reactivar la economía, lo que se sometió a referéndum, pero la medida fue rechazada por los habitantes del pueblo.
Los personajes:
Gabo tenía solo dos años cuando sus padres se trasladaron a Barranquilla y lo dejaron viviendo con sus abuelos maternos. Su abuelo era un coronel de fornido carácter, espíritu liberal y afán historicista, y su abuela Tranquilina vivía más pendiente de los espíritus que de los vivos.
El coronel Márquez falleció cuando Gabo tenía ocho años, y su abuela quedó ciega, por lo que fue enviado de vuelta con sus padres, pero la huella de sus abuelos ya fue imborrable.
Otro personaje fundamental para entender Cien años de soledad es el del sabio catalán Ramon Vinyes.
El abuelo
El personaje del coronel Aureliano Buendía esencialmente nació de la figura de su abueloel coronel Nicolás Márquez. Este había participado en la Guerra de los Mil Días y llegó a Arataca tras matar a un hombre en un duelo. Antes del duelo se preparó para lo peor: vendió una finca que tenía, pagó unas deudas y el 14 de octubre de 1908 fue en busca de Medardo Pacheco. El coronel fue más rápido y lo mató de dos tiros en el pecho.
Las vivencias con el abuelo están detrás de algunas de las historias más conocidas de la novela: Gabo escribía en sus memorias que de pequeño recordaba que su abuelo lo había llevado a conocer un dromedario en el circo. En la primera versión de Cien años de soledad el coronel Aureliano Buendía llevaba a su hijo a ver por primera vez un camello, no a conocer el hielo, como quedó fijado en la obra posterior.
La abuela
Su abuela Tranquilina Iguarán Cotes, a quien García Márquez llamaba "la abuela Mina", inspiró el personaje de Úrsula Iguarán.
Tranquilina era una mujer con una gran imaginación, y muy supersticiosa. Fue la que verdaderamente le inspiró el realismo mágico al hacerle vivir lo extraordinario como algo perfectamente natural cuando contaba historias.
Doña Tranquilina Iguarán Cotes, nacida en Aracataca, era descendiente de unos pobladores llegados de Venezuela, en torno a 1826, de donde, en tiempo indeterminado habían pasado a La Guajira colombiana. Se cree que estos eran de origen gallego, aunque no se ha podido demostrar.
También su tía Francisca Simodesea Mejía, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida, tuvo su peso en la gestación de la novela.
Remedios la Bella
Una de las escenas más famosas de la novela es aquella en que Remedios la Bella se eleva hasta al cielo mientras estaba doblando sábanas. En este caso el origen fue más bien un juego verbal, ya que el escritor colombiano tenía una hermana que se fue a vivir con un hombre sin estar casada y cuando los vecinos preguntaban por ella la familia contaba que “estaba doblando sábanas y se voló”, para no tener que reconocer que se había ido a vivir "en pecado".
Ramon Vinyes
El sabio catalán al que Aureliano le compraba los libros antiguos que le permitieron descifrar los pergaminos de Melquíades está inspirado en una figura que fue fundamental para el aprendizaje literario del joven aspirante a escritor: Ramon Vinyes i Cluet. Vinyes nació en 1882 en Berga y se crió en Barcelona. En 1913 decidió emigrar a Colombia donde destacó por su labor de dinamización cultural, principalmente al frente de la revista Voces (1917-1920), con la colaboración de figuras de la talla de Julio Gómez de Castro, León de Grieff, Vicente Huidobro, Germán Vargas y por su posición central en las tertulias del conocido como Grupo de Barranquilla, formado por Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio, los hermanos José Félix , Alfonso Fuenmayor y el propio García Márquez. Por ello, lo incluyó al "sabio catalán", "el hombre que lo había leído todo", a modo de homenaje, en Cien años de soledad. Aunque Vinyes regresó a su tierra natal, durante años su figura fue más conocida en Colombia, y su obra permanece todavía en cierto olvido.