Mujeres académicas de la RAE
Sólo ha habido tres mujeres académicas en la RAE en tres siglos. Esto no es solo porque hubiera menos mujeres que podían dedicarse en activo a la filología o a la escritura, que así fue durante muchos años, sino también por una política conservadora que hizo que, por ejemplo, una escritora de la talla de Emilia Pardo Bazán fuera rechazada hasta en tres ocasiones, en 1889, 1892 y 1910, esgrimiendo razones tan poco literarias como que: “las señoras no pueden formar parte de este Instituto”.
Esto se podría explicar por una coyuntura histórica y social predominante en la época, aunque más sorprendente fue que la candidatura de María Moliner, (autora del diccionarios más completo de la lengua española, junto con el de la RAE) perdió la votación frente al filólogo Emilio Alarcos Llorach. Finalmente, en 1978 se presentaron tres candidaturas para ocupar el sillón que había dejado Miguel Mihura: la de Rosa Chacel, la de Carmen Guirado y la de Carmen Conde. Conde se convirtió en la primera académica de la lengua. Le seguirían Elena Quiroga, en 1984; Ana María Matute, en 1998; Carmen Iglesias, en 2002, y Margarita Salas en 2003. En los últimos años se ha normalizado la situación con el ingreso de Soledad Puértolas Villanueva, en 2010; Inés Fernández Ordóñez, en 2011; Carmen Riera Guilera, en 2013; Aurora Egido, en 2014; Clara Janés, en 2015, y Paz Battaner, en 2016.
Esto es un gran avance, aunque siguen representado solo un dieciocho por ciento del total.
Es justo decir que en las academias europeas se produce también un porcentaje parecido, siempre notablemente inferior. Esto, además de la injusticia que puede representar para algunas insignes escritoras, tiene su peso en las reformas que estudia la RAE, por ejemplo hasta la edición de 2014 no se modificó la acepción de "débil, endeble" asociado a “femenino”, hay algunas otras que resultan flagrantes y no se han rectificado como la de “histeria” que se señala: “más frecuente en la mujer que en el hombre”.
