¿A quién sirven los premios literarios?
Maribel Marín / El País
Día 11/02/2017
Dolores Redondo, todo un fenómeno editorial por su Trilogía del Baztán publicada por Destino, del Grupo Planeta, ganó precisamente los 601.000 euros del Premio Planeta 2016, el mejor dotado después del Nobel, por Todo esto te daré. El grueso de los miembros del jurado que la encumbró están vinculados a la casa. Lo mismo ocurre con Care Santos, último premio Nadal por Media vida. La escritora está en el catálogo de Planeta, sello hermano de Destino, editorial que concede el premio, y la mayoría de sus valedores figuran en nómina del primer grupo editorial de España y de América Latina, casuística que se repite —autor de la casa y/o jurado mayoritariamente de la casa— en los últimos fallos del Premio Herralde de Novela, el Biblioteca Breve, el Alfaguara y otros grandes galardones comerciales españoles. Como es habitual, las dos escritoras estaban en las mediáticas cenas en las que se hace público el nombre del ganador y, como es habitual, antes de que se conociera el fallo, sus nombres circulaban por Twitter y presidían las portadas de algunos diarios ya impresos para el día siguiente.
Se habla mucho de que los premios literarios se dan a la carta en España, pero ¿hasta qué punto se puede demostrar? ¿Cómo se conceden? ¿Mantienen su vocación de descubrir talentos? Si generalmente las bases impiden declararlos desiertos, ¿está garantizada la calidad literaria? ¿Se arriesgan las editoriales a premiar un buen libro de dudoso futuro comercial tras la inversión que realizan? O dicho de otra forma, ¿cuán honestos son los galardones privados?