La industria editorial abusa de sus trabajadores más débiles
Lorea G. Maldonado / El Español
Día 07/03/2016
El trayecto literario no acaba cuando el escritor coloca el punto final a su obra: hay una vida invisible que arranca con el manuscrito, con el texto virgen. Es la industria editorial quien se encarga de embalar el fruto creativo del autor y aquí entran los proletarios de la letra, correctores y traductores, los marginados del negocio. Los primeros se encargan de que la obra sea legible y armónica -expurgan su ortografía, su estilo-, los segundos le alargan la vida y el público, la hacen viajar por el mundo adaptando el pensamiento del autor a otras lenguas. A pesar de ello, apenas cuentan con garantías legales para defenderse de la industria.