El amor a la lectura en tiempos digitales
Laura Quílez Villanova / Aragón Digital
Día 29/04/2015
Ese incomparable olor a libro nuevo es lo primero que experimentas nada más pisar la pequeña librería. Al entrar recibes una calurosa bienvenida por parte del dependiente del establecimiento y escuchas el curioso ruido que procede de una campanilla que avisa de que hay un nuevo cliente. Un detalle clásico pero que nunca pasará de moda. Sustituye a ese horrible pitido de los grandes almacenes, que avisa que una persona más, un número insignificante con el letrero “cliente”, acaba de entrar para consumir.
Una discreta pieza de piano de Chopin inunda tus oídos, y te sientes arrastrado a un mundo distinto, lejos del mundanal ruido del tráfico y de la vida que pasa sin cesar. Después, lo único que distingues es un interminable torrente de libros repartidos por toda la estancia, que te llaman, que te piden que los cojas, que los acompañes y que disfrutes con ellos.¿Aventuras, historia, romance, terror?, todo cabe hasta en la librería más pequeña, sólo hay que abrir uno de estos ejemplares y dejarte llevar.¿Qué eliges hoy, pasear por los elegantes mundos creados por Scott Fitzgerald, conmoverte con las palabras de Virginia Woolf, descubrir los mundos mágicos y eternos de Shakespeare, sumergirte en la intensidad y la fuerza de las historias del inolvidable clásico ruso Tolstoi, o comprobar la sensibilidad de los personajes de Jane Austen?
Esas tiendas pequeñas e íntimas llenas de literatura, que han sido cuidadas y mimadas por sus dueños desde hace muchos años, que incluso han sido heredadas por sus hijos y nietos, más bien deberían llamarse “Agencias de viajes” en lugar de librerías. Pero ahí viene lo terrible, dos de estos bellos lugares están cerrando sus puertas para siempre en España cada día.