Premios ¿para que?
Omar Genovese / Perfil.com
Día 19/10/2014
La percepción del tema que nos convoca aparenta un interés propio de escritores, críticos, académicos, también del sistema editorial, pero el fenómeno tiene tantas facetas y consecuencias como vanidades e intereses comerciales y políticos en pugna. Es indispensable marcar el eje “tiempo” como definitorio, ya por épocas signadas en modas, también porque el tiempo en la historia de la literatura tiende a la lentitud, hasta que se produce una nueva lectura crítica, cierto reconocimiento por parte de ustedes, lectores, sobre una obra olvidada o sumida en el ostracismo del culto marginal. Para salvar reclamos, tenemos a Franz Kafka: jamás recibió un premio y fue prácticamente inédito en vida. Cómo influyó Kafka en la historia de todas las literaturas del mundo se extiende a nuestros días, y tal premio no tiene galardón equiparable. Bajo semejante ejemplo, ¿quién se cree merecedor de reconocimiento alguno? Allí existe una paradoja del pasado que interpela por cierta ética; veamos si premios y concursos aluden a ella.
En 1957, Doctor Zhivago, novela crítica prohibida en la Unión Soviética, se publica en Italia de la mano de Feltrinelli obteniendo inmediato reconocimiento mundial. Al año siguiente, Boris Pasternak recibe el Premio Nobel de Literatura pero se ve obligado a rechazarlo bajo amenazas del Politburó. Dos años después, muere de cáncer confinado en el desprecio por el aparato represivo soviético. Recién en 1989 su hijo recibirá el premio. Muy distinto es el caso de Jean Paul Sartre, que en 1964 también rechazó el mismo galardón. Por encima de sus argumentos, el intelectual francés eludía dinero y prestigio, cancelando la posibilidad de ser manipulado culturalmente por el Occidente europeo. Pero el desaire generó tanta polémica y debate mediático que lo lanzó a la fama más que si hubiese aceptado.¿Fue una estrategia de Sartre para redimirse como faro crítico en la división mundial de la Guerra Fría? A cincuenta años del suceso, parece que su obra quedó nublada en tal intento. En 1974, Thomas Pynchon rechaza el National Book Award norteamericano, lo había recibido por El arco iris de la gravedad, compartiéndolo con Isaac Bashevis Singer. Tal gesto, por el contrario, no afectó el reconocimiento de su obra. Por otra parte, la invisibilidad de Pynchon, su fobia a la figuración mediática, hace muy probable que decline a recibir el Nobel de Literatura si los suecos toman tamaña decisión. Pero la lista de los nunca premiados por la Academia sueca es inquietante y habla por sí misma de las limitaciones de sus jurados (ver recuadro). Este techo de reconocimiento mundial tiene correlato en otros premios, ya sobre obra édita o inédita, por elección de notables o por evaluación de prejurados, orientados hacia géneros o por una obra individual, generados por Estados, revistas, multimedios o fundaciones; la variedad resulta apabullante.