Zafonazos en el país de Jauja
Manuel Rodríguez Rivero 26/04/2008
Este es un país increíble. Mientras los comerciantes del mercado de alimentación de mi barrio se quejan de que las ventas han descendido vertiginosamente (mi charcutero pasa el tiempo entre cliente y cliente resolviendo solitarios en su ordenador portátil), muchos editores, preguntados individualmente, declaran haber tenido "un año mejor que nunca" y que sus perspectivas para 2008 siguen siendo magníficas. Acerca de las repercusiones de la crisis económica sobre el libro, en el sector circulan dos hipótesis: una sostiene que ya se está notando y que sólo se vende un número limitado de títulos, casi siempre los mismos, en detrimento de todos los demás (que son rápidamente devueltos a los almacenes, como contaminados por el virus del Ébola); y dos, que en épocas de contracción económica el libro, un "producto" más barato que el perfume, la colonia, el pañuelo de seda o la corbata, se convierte en una especie de "bien refugio" al que la gente recurre a la hora de hacer un regalo "distinguido", por lo que no hay nada que temer (olvidan, sin embargo, que a ese 44% de la población que declara no leer nunca, regalarle un libro es provocarle un serio disgusto).