En agosto nos vemos

El verano es un momento de plenitud vital en el año y también tiene esta función muy a menudo en la literatura, por eso en muchas ocasiones el verano se vuelve transformador y a la vez las lecturas nos permiten transformarnos y vivir en la ficción, en la libertad que no siempre podemos explorar el resto del año laboral.

El gran liberador a través de la ficción es el Quijote, Alonso Quijano emprendió su aventura de “desfacer entuertos” en pleno estío. El Sueño de una noche de verano de Shakespeare trastoca la vida de todos sus personajes.

Los meses de calor son propensos a la vida mundana y la fiesta, como las de El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald o las de la Barcelona de los sesenta que describía  Juan Marsé.

El verano es tiempo de viaje, pero el gran viaje literario es el ficcional, y no hace falta moverse de casa para dejarse fascinar por los escenarios más variados o las experiencias más profundas. Julio Verne es, en este sentido, el referente por antonomasia, cualquiera de sus libros nos hacen viajar al centro de la tierra, a la luna o al fondo del mar como en Veinte mil leguas de viaje submarino.

Casi siempre el estío está ligado al primer amor, como Bello verano de Cesare Pavese  o  El rumor del oleaje, de Mishima.

Algunos viajes son periplos inacabables por el mar, pero también son en realidad viajes al interior de uno mismo, a la capacidad de superación, como la obsesión de Ahab por acabar con Moby Dick, la obra magna de Herman Melville.

El verano es a veces sórdido y tórrido, y nos lleva a conectar con nuestras peores inclinaciones, Mersualt, el protagonista de El extranjero de Camus, comete su absurdo crimen en medio de un supuesto festivo día de playa.

Pero el mejor viaje literario es el de la imaginación, cada uno tiene el suyo, y el gran Gabriel García Márquez se despidió con una novela póstuma que sigue inédita titulada: "En agosto nos vemos", un llamado que os invitamos a seguir y abrazar la lectura.