La corrección del libro
Vicente Verdú / El País
Día 20/06/2014
Así como hay escritores hembra y escritores macho, más pasivos o más activos, según la distinción de Cortázar, hay también escritores facundos y escritores lacónicos cuyo respectivo carácter se manifiesta especialmente en el momento decisivo de la última corrección.
En este proceso de acabado, el más gratificador de la creación, hay escritores que añaden líneas, párrafos e incluso páginas mientras los otros tienden impulsivamente a cortar y acorar. Esto incluso sobre las mismas galeradas y ante el estupor consiguiente del editor.
Quien corrige agregando, halla en fragmentos de lo escrito una impensada inspiración y no se resiste a añadir un montón frases. El otro escritor, por el contrario, odia la paja y se muere por la precisión.
Efectivamente, los buenos narradores, no son ni los de las 900 páginas ni los de 90. El buen narrador se caracteriza tanto por el ajustado cimiento del lenguaje como por los seductores cortejos, largos o no. Si se trata de novelistas, aquello que cortan, prefieren el golpe seco y si se trata de ensayistas, su objetivo es despojar a la idea de ropas y hacerla irradiar en cueros. Con esto corre el riesgo, claro está, de que si su puntería no es exacta el concepto se perderá improductivamente en su maniático afán de parecer exquisito.