Ocaso en el imperio editorial español (II): perdiendo público, idioma y contenidos
scriptaverba.wordpress.com
Día 28/04/2014
Hay grandes grupos –en su mayoría anglosajones- que disfrutan de un tamaño óptimo, sus mercados interiores y exteriores gozan de relativa buena salud, tienen acceso a suficiente financiación y, habiendo ordenado su patio digital, han decidido mirar por encima de la cerca para ver qué sucede en otros mercados y en otros idiomas. Esos grandes grupos ya se han dado cuenta que, en un mercado digital, quedarse los derechos en inglés y vender los de otros grandes idiomas a editoriales de otros lugares es una tontería.
Alguien me dirá que esto no es nada nuevo y que el acuerdo entre Bertelsmann y Pearson que ha dado a luz a Penguin Random House refuerza precisamente esta política. Es cierto. Pero este acuerdo demuestra que las cosas están cambiando y que, poco a poco, ya no serán las sucursales de grandes grupos en España las que se dediquen a la traducción y comercialización en castellano de los títulos en inglés, la matriz podrá hacerlo por si misma. Por cierto, la promesa que hizo Penguin Random House de asegurar la independencia de los sellos recién adquiridos ya sabemos dónde podemos archivarla. Nadie compra una empresa para que ésta siga trabajando como siempre.
Los mismos que en su día encontraron insustituibles el olor del papel, de la tinta y de la cola me dirán que no, que ninguna editorial de la pérfida Albión, que ningún entertainer norteamericano, es capaz de producir un buen producto en castellano. Y puede que tengan razón, pero es que ellos no van a editar en castellano, editarán en español.
Hacia una España culturalmente periférica
La edición española camina hacia la periferia del mercado cultural latinoamericano. A medio plazo –suelo equivocarme en el calendario y no voy a concretar más- nuestra descentrada posición geográfica se corresponderá con la futura posición de nuestra industria cultural y de nuestra variante lingüística.
Pongámonos en la piel de los directores editoriales, financieros y de marketing de algunos grandes sellos norteamericanos. Han hecho los deberes –disruptores como Amazon les han obligado- y en los EEUU la industria editorial digital es una realidad que copa el 30% del mercado y, aunque ha moderado el ritmo, sigue creciendo. La convivencia y transición entre el libro digital y el analógico deberá gestionarse con tino, pero el proceso está encarrilado.
El actual mercado internacional de venta de derechos sólo tiene sentido si el libro es de papel. Editar un libro en inglés es tan barato como hacerlo en castellano o en cualquier otra lengua. Cuando los libros sólo eran de papel la distribución y la comercialización eran las grandes pesadillas que aconsejaban ceder derechos a aquellos que pudieran editar las traducciones en otros mercados. El idioma de un libro es una barrera comercial cuando su explotación implica imprentas, camiones, contenedores, barcos, almacenes y furgonetas.
El libro digital acaba con todo esto. Da igual si edito el libro en Barcelona, Nueva York, Addis Abeba o las Seychelles, no importa si lo edito en castellano, inglés, ruso o swahili, lo importante es contar con una buena conexión a Internet y la capacidad de leer, evaluar, editar y vender los libros en cada idioma. Todo eso, hoy, se compra. Y se compra a buen precio. Encontrar talento no es un problema, ¿recuerdan?