Publicidad encubierta en las novelas: ¿salvará la economía de escritores y editoriales?
José Luis Ibánez Ridao / Zoomnews.es
Día 08/04/2014
¿Es casual que uno de los personajes de 'El último jurado', de John Grisham, beba Jack Daniel’s? ¿Por qué dedica tanto espacio James Patterson a destacar las bondades del Mercedes R350 en su novela 'Cross'? ¿Las marcas de cosméticos en las novelas románticas son solo para ambientar? La publicidad encubierta se está convirtiendo en una fuente de ingresos alternativa para escritores y editoriales.
Es difícil distinguir la línea que separa la ambientación detallista de una de las prácticas publicitarias más rentables, el product placement.
Primera constatación: para dibujar a un personaje puede ser necesario conocer sus gustos o sus rutinas. En La prisionera, quinta parte de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, Albertine cuenta que prueban distintas aguas minerales "como el agua de Vichy, que al echarla en el vaso levanta en sus profundidades una nube que se duerme y se disipa si no bebemos enseguida". Con esos y otros fragmentos parecidos, el autor compone el retrato de la burguesía francesa de principios del siglo XX.
No es lo mismo que la gratuita y muy detallada descripción de las virtudes de un Mercedes R350 –y del concesionario en el que se encuentra– que el protagonista se compra en la novela Cross, de James Patterson.
En 2005, varios escritores subastaron los nombres de personajes de sus siguientes novelas. Una mujer pagó 25.000 dólares por aparecer en ‘Cell’, de Stephen King
En 2005, un grupo de grandes autores de bestsellers –entre ellos, Stephen King, John Grisham, Amy Tan y Nora Roberts– subastaron, a través de eBay, los nombres de algunos personajes de sus futuras novelas. Una mujer pagó 25.000 dólares por aparecer en Cell, de King. Se trataba de una acción solidaria en favor de una organización que vela por la defensa de la libertad de expresión y de prensa en los Estados Unidos. Pero todo el mundo coincide en que en un futuro no muy lejano será una práctica habitual y no necesariamente benéfica.
Un año después, se supo que varias editoriales norteamericanas vendían la inclusión de publicidad encubierta en sus portadas. En 2012, se dio un paso más y varios sellos chinos anunciaron que incluirían publicidad directa y sin disimulos en sus cubiertas. En ambos casos, como una fuente de ingresos más y sin fines humanitarios que la camuflaran.
Una práctica (sospechosamente) antigua
Eso que llamamos ahora product placement en las novelas no es una práctica tan actual como pudiéramos pensar. La sopa de ajo hace mucho que se inventó.
Entre noviembre y diciembre de 1872, Jules Verne publicó por entregas su famosísima La vuelta al mundo en ochenta días. Era un canto a la revolución técnica y científica del último tercio del siglo XIX.