Gracias a la desobediencia
Ray Bradbury publicó el relato Caleidoscopio en la revista de ciencia ficción Thrilling Wonder Stories, en los años cuarenta. En este cuento se narra cómo una nave espacial es alcanzada por un meteorito, lo que provoca que los astronautas salgan despedidos al vacío y se dispersen en varias direcciones, separándose irremediablemente. Sólo podrán escuchar sus voces a través de las radios de sus cascos. Todos saben que van a morir. Este relato, que definió el camino de Bradbury en la ciencia ficción, se acerca más a una versión interplanetaria de La muerte de Ivan Ilich, de Tolstoy, que a la ciencia ficción en boga en aquellos momentos, centrada en la elucubración tecnológica de la ciencia ficción seria, o la simple aventura, de la ciencia ficción juvenil cercana al cómic. Sin embargo, la obra de Ray Bradbury se centraba en una poética del ser humano, sus relato estaban repletos de reflexiones sobre la alienación e incomunicación de los individuos. Pocos editores entendieron su estilo, que frecuentemente carecía de acción, prestaba poca atención al rigor científico y no buscaba el entretenimiento fácil, y cuya principal preocupación era lo que sucedía en el interior de sus protagonistas. Sus historias se centraban en los personajes, pero precisamente por alejarse del canon, acabó teniendo un público fiel y entusiasta.
A pesar de que él mismo había sido también un fan de la ciencia ficción más típica, supo transgredir aquellos mismos clichés del género para hacerlo avanzar, y eso lo entendió el lector medio que se sintió irremediablemente atraído por su obra. Algunos de sus relatos cortos se hicieron célebres por ser un impactante reflejo de los incipientes males de la era moderna, como de El peatón, en donde un hombre era considerado disfuncional por pasear a solas disfrutando de una tranquila noche en una sociedad donde la televisión había monopolizado el ocio de los ciudadanos y cualquier otra alternativa era considerada anormal, o Fahrenheit 451, la famosa novela donde el ataque a la cultura presagiaba el ataque al individuo. Toda su obra, como las buenas obras de arte, -como Kafka, por ejemplo-, invitaba a la reflexión sobre el presente de su época, pero son en este momento de rabiosa actualidad.
Ese es el legado de Bradbury, su implacable lucidez, su búsqueda del rigor a través de un género popular, lo que lo llevó también a publicar sus reflexiones sobre la propia escritura en: Zen en el arte de escribir, un libro que habla de esa necesidad de escritura como forma de intentar entender el mundo y del imperativo de hacerlo con rigor, sea en el género que sea.