“EL MILAGRO SECRETO”
Jorge Luis Borges es; un creador, es decir; un Artista. Como todo gran escritor, es; un gran pensador.Él crea el tiempo, el espacio y, da origen a la vida; la miseria. Yo, no veo en su Arte lo fantástico, sino lo dramático, en el cuento “El milagro secreto”, hay uno como estremecimiento de angustia que hace entrar en el drama, eso, es la vida; cruel, malvada y, así vive el personaje de su ficción. La tragedia, está presente en su contexto histórico. “El primer sentimiento de Hladík fue de mero terror. Pensó que no lo hubieran arredrado la horca, la decapitación o el degüello, pero que morir fusilado era intolerable. En vano se redijo que el acto puro y general de morir era lo temible, no las circunstancias concretas. No se cansaba de imaginar esas circunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la misteriosa descarga. Antes del día prefijado por Julius Rothe, murió centenares de muertes, en patios cuyas formas y cuyos ángulos fatigaban la geometría, ametrallado por soldados variables, en número cambiante, que a veces lo ultimaban desde lejos; otras, desde muy cerca”. El sonido de su estilo se diría la lengua de un profeta del antiguo testamento; complicada y, poética; tiene la visión y la talla de un genio, no se hallará en él, una relación de sucesos triviales y palabras sencillas, sino un laberinto no apto para los mediocres. Si hay un rasgo de lo fantástico en su obra, es por lo extraordinario de sus personajes, y, lo extraordinario, siempre radica en el genio; un hombre ordinario es un hombre mediocre, y, sus personajes, no lo son. Su personaje sabe que es más importante terminar su obra, el resto de su vida lo culmina a la par del libro, esa, es la condición del Arte; la inmortalidad. La academia, vilmente, ha clasificado el Arte por periodos, cuando, en los anales de la historia, no existe sino solo el Arte. Jaromir Hladík está marcado por la desgracia; todo, desde su nombre, tiende a la tragedia: “No pudo levantar uno solo de los cargos de la Gestapo: su apellido materno era Jaroslavski, su sangre era judía, su estudio sobre Boehme era judaizante, su firma delataba el censo final de una protesta contra el Anschluss. En 1928, había traducido el Sepher Yezirah para la editorial Hermann Barsdorf; el efusivo catálogo de esa casa había exagerado comercialmente el renombre del traductor; ese catálogo fue hojeado por Julius Rothe, uno de los jefes en cuyas manos estaba la suerte de Hladík. No hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédulo; dos o tres adjetivos en letra gótica bastaron para que Julius Rothe admitiera la preeminencia de Hladík y dispusiera que lo condenaran a muerte, pour encourager les autres”. Qué de fantástico hay aquí; nada, solo desgracia y dolor, es decir; la vida. La vida, es mala, la vida, es cruel. Que el tiempo es el elemento fantástico, no, el tiempo, al igual que la vida, es; una desgracia, es; la maldición, ambos, confabulan con la muerte, en contra del hombre. También, la historia es, el retrato de un artista, el retrato de un genio: “Hladík había rebasado los cuarenta años. Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio de la literatura constituía su vida; como todo escritor, medía las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo midieran por lo que vislumbraba o planeaba. Todos los libros que había dado a la estampa le infundían un complejo arrepentimiento”. La vida de Hladík, estaba consagrada a la literatura, por la descripción del relato, el personaje, es, un solitario; la soledad, es, la compañera del genio, es en ella, donde se piensan las grandes ideas, en la vulgaridad de las multitudes, no se generan sino las larvas. Como ejemplo, uno de los grandes solitarios es el Zaratustra de Nietzsche, y él, no creía en dioses; es por los poetas, que los dioses viven en las páginas de la historia y no al revés; Valmiki habla de los dioses hindúes, Homero, de los griegos, y, los escritores del Pentateuco, de Jehová, no es sino por ellos, que existen los dioses; la fe, es opuesta al genio, porque la fe; es pasión de esclavos, es una epidemia vulgar que contagia a las muchedumbres, y es ahí, donde el personaje tambalea al capitular ante un dios, sin saber que la Palabra es todo. Hladík, através de su literatura, intenta comprender el tiempo, la gran parte de su producción tiende a ello: “(…) la Vindicación de la eternidad: el primer volumen historia las diversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmóvil Ser de Parménides hasta el pasado modificable de Hinton; el segundo niega (con Francis Bradley) que todos los hechos del universo integran una serie temporal. Arguye que no es infinita la cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta una sola "repetición" para demostrar que el tiempo es una falacia...” De toda esa producción, dice Borges que su personaje rescata una sola obra: “Los enemigos”, que de igual forma, es una relación de sucesos que tienen mucho que ver con el tiempo, tras la descripción de la obra, el autor dice: “El drama no ha ocurrido: es el delirio circular que interminablemente vive y revive Kubin” ¿Qué es ese “milagro secreto”? el tiempo, no lo es, sino la Palabra, esa que crea belleza y es inmortal; Borges, aquí, habla del valor de la Palabra, de su importancia y, de su poder; la Palabra como creadora. En ese libro de historias de vulgares pescadores, carente de todo heroísmo a excepción de la muerte del Galileo, llamado El Nuevo Testamento, el inicio de la relación de sucesos que Juan narra dice: “Antes que nada existiera, ya existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios porque aquel que es la Palabra era Dios”. La Palabra, es Dios, porque tiene el poder de la creación, todo lo dicho a través de ella existe, así está escrito en el Génesis: “Entonces Dios dijo:” ¡Que aparezca la luz!” Y apareció la luz. (…) Después Dios dijo: “Que aparezca el firmamento en medio de las aguas, para que las separe” He ahí, la fuerza creadora de la Palabra; la Palabra como Dios; la Palabra como genitora de todo; es por los Poetas, que los pueblos viven. Salomón, ya había dicho sus dicterios contra la vida; más vale el día de la muerte que el día en que se nace, y, Borges, inmortaliza y, vuelve bella la desgracia de su personaje, él, no muere como cualquiera; yo, preguntaría ¿cuántos hombres han padecido la muerte de éste? Yo, no he sabido de tales. Hladík, bien pudiera tener algunos rasgos de Borges; su pasión por la escritura, es decir; la literatura, el arte, como única forma de vida, pues, es a unas horas de su muerte, que el personaje intenta terminar su obra, y, ruega por ello a un dios; el arte, como la única manera de dignificar la vida, el arte como liberación, expiación e, inmortalidad. El tiempo aparece aquí, como la desgracia que es; Hladík, en ese tiempo que le ha concedido ese dios, dignifica su vida, rescata y concluye esa obra que para él, es la mejor. Los dioses, guardan cierto parentesco con los artistas, ambos, crean. La última línea de la descripción del drama “Los enemigos” dice: “El drama no ha ocurrido: es el delirio circular que interminablemente vive y revive Kubin”. Kubin, he ahí a; Hladík, él, es; un genio, es decir; un loco. La mejor obra de su liteartura es; su vida misma, y, al igual que ésta, la obra no ha concluido, no es fortuito que a la par que concluye su obra, él, también muere; ambas, son lo mismo. Borges no habla del final de la obra de Hladík; el cierre; he ahí su vida y, su muerte. Hladík, es el creador de sí mismo; el sueño, el tiempo, el arte; todo lo ha dicho y escrito él, Hladík, muere como lo ha deseado y, sin embargo, no ha desaparecido de las páginas de la historia, una y otra vez vive y muere como Kubin, una y otra vez vive y muere como todas aquellas veces que imaginó como moría, y, aun, cada vez que se lee su relato, piensa que todas esas noches, antes de ser asesinado; es inmortal, como la Palabra. “Ahora estoy en la noche del veintidós; mientras dure esta noche (y seis noches más) soy invulnerable, inmortal”.
Pérez Torres Jorge Armando