El Trino del Diablo.         

Lo mejor, más importante y serio que puedo decir sobre la novela del escritor argentino Daniel Moyano (Buenos Aires, 1930-Madrid 1992), reeditada en España, por Tropo Editores en 2008, es una recomendación a su lectura. Si ya se ha leído una vez, hay que volver a leerla. Aunque estoy segura que después de la primera lectura, el gozo de leer pide una segunda. Y entre una y otra, escuchar la sonata de Tartini y alguno de los conciertos de Viotti cobra otro significado. Lo que nunca aconsejaré es leer y escuchar a la vez, porque, en tal caso, del escritor o de los músicos algo maravilloso se pierde.   “El Trino del Diablo” lo leí en una tarde larga de invierno. No se tarda mucho en hacerlo. La novela que da nombre al libro es una novela corta, de 130 páginas. El resto, hasta 220, lo componen seis relatos tristes, quizás tan amargos como la novela, pero tremendamente bellos también. Uno de ellos, de extraordinaria factura, titulado “El Halcón verde y la flauta maravillosa”, fue galardonado con el premio Juan Rulfo. Todo ello va prologado con un artículo de Mario Benedetti que apareció en “El País”, cuando Daniel Moyano ya había fallecido en Madrid, donde pasó parte del exilio mientras la dictadura de los militares argentinos quemaba sus libros juntamente con los de Neruda y Cortazar. —“Qué honor”, dijo al enterarse de qué obras acompañaban a las suyas en el pábulo de las llamas—. Después volvió a su país, pero al poco regresó de nuevo a España.       En la primera lectura me impresionó su exquisita sensibilidad con la que ponía en funcionamiento las emociones por el raíl de la ironía: tristeza, soledad, abandono, risa, compasión, gozo, indignación, ira, miedo, dolor, pero también la esperanza. En la segunda, además, me hizo pensar.       Daniel Moyano no solo ha sido un magnífico escritor, sino que además era músico y periodista. Fue profesor de violín del Conservatorio de La Rioja argentina y formó parte de un cuarteto de cuerda y de una orquesta de cámara. Conocía muy bien la música y la aprovecha en su obra como parábola para un viaje a las entrañas del poder, con ocasión de la dictadura del general Videla, utilizando la ironía y el esperpento, a través de un texto sencillo, en parte mágico y poético. Con un realismo fantasioso y simplista las imágenes que nos va mostrando Moyano son muy alusivas y tristemente elegantes. La novela “El Trino del Diablo” tiene asimismo el ritmo de una sonata y su misma dignidad artística. La música será el salvavidas que evitará la degradación moral del protagonista, de todos los músicos protagonistas, y el espejo hiriente de la podredumbre total de la dictadura. Moyano se agarra a la música como una visión ética del mundo, como una manera de ser más allá de la ideología, contra la barbarie del poder. Moyano no solamente juzga a la dictadura sino a todos los gobernantes que se empeñaron, desde hace casi un siglo, en eludir las raíces culturales de una identidad colectiva. Parece un eco del Testamento de Heiligenstadt que expresa la decisión extrema de Beethoven sordo y desesperado: “Solo el arte me sustenta”.   El mundo de Daniel Moyano está en la música como condición de supervivencia, y todo su mensaje en esta novela, y los seis relatos que la acompañan, pasa a través de su propia memoria. Si para Beethoven la música es religión, para Daniel Moyano, en sus relatos, es resistencia.

© Bárbara Fernández Esteban. 03/2013.