“El Clan de Atapuerca” de Álvaro Bermejo
“Con una notable maestría literaria, Bermejo diluye un verdadero caudal de conocimientos científicos en una historia absolutamente evocadora y apasionante, cargada de resonancias míticas, dirigida al hombre prehistórico que duerme en nosotros” “En un Edén de Hielo, la cuna de los primeros europeos, cuatro adolescentes emprenden un viaje sin retorno hacia la conquista de sí mismos. El mal puede cobrar muchas formas. Es posible confundirlo con ese oso cavernario que acecha al clan del Bisonte. Tal vez está mas cerca de los comedores de Cabezas que habitan al otro lado de las montañas blancas. O quizá reside en un misterioso talismán, el Hombre Jaguar, cuyos ojos de fuego parecen despertar los demonios ocultos en lo profundo de la Gran Dolina”. Así comienza “El Clan de Atapuerca”, la última novela de Álvaro Bermejo, y la primera que se escribe en España sobre el yacimiento más revelante de la Paleoantropología mundial.¿Cómo es posible que la joya de la corona de la Prehistoria europea, el yacimiento que ha dado más fósiles a la ciencia en todo el planeta, nuestro mayor tesoro cultural, careciera de un relato? De Álvaro Bermejo conocía sus dos novelas anteriores, “El Evangelio del Tíbet” y “El Laberinto de la Atlántida”. Ambas las define su propio autor como “thrillers arqueológicos”. Esta es la primera que ambienta en nuestro país, y también tiene su punto de “thriller”. La protagonista es Arika, una niña que ha nacido con una pierna deforme y que recuerda a la Ayla de la saga de Jean M. Auel. También ella se enfrenta a un clan que no le acepta ni le comprende. Pero aquí no se trata de una cromañón entre neandertales, sino de una sapiens entre sapiens que, a diferencia de las tesis de Auel, albergan en sí mismos la semilla del mal. La aparición de un misterioso talismán, el Hombre Jaguar, despierta la codicia del clan. Acabará por envenenar a los más poderosos, y uno de ellos matará por poseerlo. En una atmósfera de horror ante el descubrimiento del crimen, las sospechas acabarán por generalizarse en toda la tribu. Nadie se siente a salvo, pues quien ha matado bien puede volver a matar. Tukul, el viejo chamán, acabará culpando a Arika. Su deformidad atrae la desgracia. Es preciso sacrificarla. Sólo otra mujer sale en su defensa, la misteriosa Súa, la Madre de los Sueños. Pero no es un escenario onírico lo que aquí se dirime, sino una angustiosa inmersión en el Tiempo de la Sangre Con una notable maestría literaria Bermejo diluye un verdadero caudal de conocimientos científicos –es historiador y antropólogo-, en una historia absolutamente apasionante, cargada de resonancias míticas. Todo es ficción y, sin embargo, todo es verdad. Ahí siguen, perfilando el paisaje de Atapuerca, la sierra de la Demanda y el viejo Arlanzón, la Sima de los Huesos, la Cueva del Elefante y la Gran Dolina.¿Siguen también los protagonistas de esta historia, esos Sapiens que disparaban bumeranes made in Atapuerca, que se enfrentaban a los tigres de dientes de sable, y veneraban al sol y a la luna? Por supuesto que siguen vivos. Los hemos incorporado a nuestro patrimonio genético. Y, aun así, su cableado cerebral no difería mucho del nuestro. Pero, sin duda, pensaban de otra manera. Esta no es una “novela histórica” al uso, es decir, no sustenta una narración sobre unos hombres de hace miles de años que, sin embargo, razonaban con una mentalidad actual. La magia es importante en el relato de Bermejo, tanto como el pensamiento primitivo, pero lo es aún más la humanidad que infunde a sus protagonistas. Sin duda fueron tribales, territoriales y extremadamente violentos, pero también latía dentro de ellos un corazón susceptible de soñar y enamorarse, de crear arte y tejer relatos que han pervivido en forma de mitos en nuestro inconsciente colectivo. Las mujeres, el matriarcado primitivo, ocupan una parte significativa de “El Clan de Atapuerca”. Allá por el tiempo de los primero sapiens, su poder comenzó a declinar en beneficio del naciente patriarcado. En la novela, este cambio cultural se hace patente en la tensión entre el hechicero Tukul y Súa, la Madre de los Sueños. No podemos dejar de ver en ella una sacerdotisa ancestral dotada con un poder bien singular. Su sortilegio más poderoso no es otro que el de la mente. Considero que este es uno de los mayores aciertos imaginativos de Bermejo: recrear, en medio de ese mundo mágico, la irrupción de la capacidad deductiva que llevará a la solución del enigma. Y algo más, que suena muy actual y, a la vez perfectamente prehistórico: si hoy la urgencia ecológica ha puesto de actualidad entender la tierra como un sistema viviente y autorregulado, al que llamamos Gaia, los primeros que lo entendieron así fueron aquellos Sapiens que adoraban a la Madre Naturaleza y que elegían a las mujeres para escenificar sus ritos. Por eso las primeras estatuillas que nos han dejado fueron esas Venus de Willendorf y Lespugne, que bien pudiera haber tallado la sabia Súa de este relato. Pero, ¿para qué seguir si lo que me anima a escribir esta reseña es toda la belleza que me ha transmitido la lectura de “El Clan de Atapuerca” y compartirla con vosotros? Abro pues, el debate, y quedo a la espera de vuestros comentarios.
Carlota Aramburu