Zamora en la poesía de Blas de Otero
El poeta bilbaíno Blas de Otero (1916- 1979), lo mismo que su paisano y maestro Unamuno, visitó Zamora y su provincia en varias ocasiones. Fruto de los recuerdos que esas visitas tuvieron son algunos poemas que irían apareciendo en sus libros. Pertenecientes a PIDO LA PAZ Y LA PALABRA son dos poemas de distinto signo. Uno se titula ACEÑAS, referido evidentemente a los molinos que a flor de agua se levantan en sitios diferentes del Duero y a su paso por Zamora: las de Pinilla, las de mi barrio de Cabañales y las de Olivares. La primera estrofa sirve de introducción y la tercera de conclusión y de declaración de principios del poeta a la vez:
“Me pongo la palabra en plena boca
y digo: Compañeros. Es hermoso
oír las sílabas que os nombran,
hoy que estoy (dilo en voz muy baja) solo. (...)”
“El Duero. Las aceñas de Zamora.
El cielo luminosamente rojo.
Compañeros. Escribo de memoria
lo que tuve delante de los ojos.”
El segundo poema, titulado EN EL CORAZÓN Y EN LOS OJOS, es una sentida enumeración de topónimos que tienen que ver con la historia y la vida de lugares pertenecientes a Zamora y otras poblaciones (Salas de los Infantes, Olmedo, Soria...), seguidos de una lírica impresión. El poema dice, entre otras cosas:
“Todos los nombres que llevé en las manos, en la boca, en los ojos, hoy se juntan en el papel, parece que estoy viendo su voz, tocando su música... (...) Plaza de Santa María la Nueva.
Una
paloma en la espadaña.
Inhiesta.
Pura
palabra, hiriendo el cielo.
Villaralbo.
El aire
se desnuda...”
Un par de notas al margen. La primera: en vez de asociar la paloma con Santa María la Nueva, yo lo habría hecho con la cigüeña; el nido de cigüeña sobre la espadaña del templo es conocido por varias generaciones de zamoranos. Pero el poeta es dueño tanto de la emoción como de la expresión. La segunda: en vez del topónimo “Inhiesta”, el poeta debería haber empleado el nombre verdadero del típico pueblo zamorano, situado a escasos kilómetros al nordeste de la capital, que no es otro que el de La Hiniesta. Pero digo lo mismo que antes.
En otro libro, titulado QUE TRATA DE ESPAÑA, aparecen poemas que llevan unas veces el nombre de Zamora para cerrar un itinerario vital (por ejemplo, el de Bilbao a Zamora, pasando por Madrid, París o Barcelona), y otras, motivos emblemáticos de nuestra ciudad, como los puentes, el río, las arboledas o las aceñas. En las canciones CINCO y ONCE, nos habla Blas de Otero de los puentes, del río, de su propia alma, del crepúsculo y del alba, mezclados en un profundo y auténtico lirismo y empleando fórmulas verbales de romance viejo. En la CANCIÓN CINCO leemos:
“Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.
No por el puente de hierro,
el de piedra es el que amaba.
A ratos miraba al cielo,
a ratos miraba al agua.
Por los puentes de Zamora,
lenta y sola, iba mi alma.”
Mientras que la CANCIÓN ONCE reza:
“Crepúsculo y aurora.
Puentes de Zamora.
El alba
se enreda entre los troncos
de los álamos verdes,
orillados de oro.
Puentes de Zamora.
De oro del poniente
tienes la frente roja;
la brisa cabecea,
cecea entre las hojas.
Crepúsculo y aurora.
Puentes de Zamora.”
El puente que se canta en el poema titulado DELANTE DE LOS OJOS es el de piedra, mi favorito, el que yo contemplaba desde casa y atravesaba para ir al colegio de la ciudad. Blas de Otero hace de él una pintura exacta que llega limpiamente al corazón del lector:
“Puente de piedra, en Zamora,
sobre las aguas del Duero.
Puente para labriegos, carros,
mulas con campanillas, niños
brunos.
Vieja piedra cansada
de ver bajo tus arcos
pasar el tiempo.
Junto a la orilla, baten
las aceñas, España
de rotos sueños.
Cuando el poniente pone
sutil el aire y rojo
el cielo,
el puente se dibuja
tersamente, y se oye
gemir el Duero.”
Finalmente, en otra composición el poeta canta a Zamora, como si fuera de oro, en comparación con Ávila, que es de plata:
“Zamora era de oro,
Ávila de plata.
Contra el azul del cielo
torres se dibujaban.
Románicos mosaicos,
ágiles espadañas.
Zamora de oro,
Ávila de plata.”
Esteban Conde Choya