UN PARAÍSO DE INFANCIA DE NICOLÁS GOSZI
(Breviario sobre la novela “El honor de la cuadra” de Nicolás Goszi, colección Letras Insurrectas, ediciones 3Banderas, Buenos Aires, 2022, obra merecedora de la Primera Mención del Premio Casa de Las Américas, de Cuba).
Escritor, periodista y traductor, Nicolás Goszi nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires en 1974. Ha ganado el Premio Play Boy con Ediciones B en México. Ya publicó Mañana serás pasado, Ediciones Vergara 2016 y Noctiluca en 2005 con Sinopia libri. Ha colaborado con las investigaciones periodísticas publicadas como Clarín, la era Magnetto (Planeta 2015) Clarín, el gran diario argentino (Planeta, 2013), El dictador elegido (Plural, 2001) y El asesinado de Juan José Torres (Serpaj, 1977). En la obertura de El honor de la cuadra figuran dos años: 1974-1978 que ofician como encuadre inicial. Tiempos políticos duros para la Argentina que era y se avecinaba: muerte de Perón, golpe de Estado, represión del gobierno militar, Guerra de Malvinas. Pero todo esto parece disiparse inicialmente cuando el autor nos transporta a un pueblo del interior de la poderosa Provincia de Buenos Aires, a unos 100 kilómetros de la capital donde la verdadera contienda es el fútbol. Toda la obra está centrada en ese deporte que despierta pasiones de multitudes, aunque en la novela ese fútbol es activo, son los niños de un barrio de Mercedes, centrado en los lindes de las afueras, con las vías del ferrocarril como barreras donde se erige lo que ellos llaman “el Campito” que es, lógicamente, una cancha de juegos y lugar de reunión de esas inofensivas patotas barriales donde los niños y muchachos hacen su práctica de la vida social. Girando como átomos alrededor del fútbol en el Campito ya se ensayan todos los modos y costumbres del animal humano en pequeña escala, pero que después explicarán exactamente en qué consiste ese rebaño que llamamos “sociedad”. Ya están en estos primeros ensayos la lealtad, la traición, la decepción, las riñas, la discriminación, la exclusión, la estafa (malversación por parte del más avispado de un dinero que habían conseguido reunir con esfuerzo), el dolor de ser rechazado, los primeros escarceos amorosos con la competencia de mañana. Todo está ahí, en ese mundo hecha a escala entre niños (y algunas niñas) que atraviesan la etapa casi siempre idílica de la última niñez y las puertas de la pubertad. Abundan, en el campo de la literatura, estas obras de iniciación (Mi planta de naranja-lima, Chico Carlo, Tom Sawyer, David Copperfield…) en las que ese crítico pasaje de la niñez a la vida adulta resume la densa conflictiva interior en las aventuras de la niñez, siempre a media distancia entre la fantasía que predomina casi siempre en el mundo infantil y la realidad tan estática que después nos mantiene en prisión de por vida. La escuela, los primeros amigos, los primeros amores de la niñez, los tres grupos futbolísticos (el del Campito, los de la calle Rosales y los de la calle Ingenieros) que disputan partidos de fútbol internos y entre grupos para ver quién obtiene la victoria, tan efímera como esos recuerdos en la mente del autor, que van y vienen desde la escritura a ese frágil pasado con los primeros amores (la compañerita inglesa que lo embelesa justo en el momento en el que la Guerra de Malvinas desata sospechas antisajonas, la otra, la más bella del grado por quien disputan entre sí los que eran amigos, y repentinamente se ven como rivales) se describen con minuciosidad en cada capítulo de la obra. Es incesante el movimiento acompasado de la memoria y los sentimientos, siempre en paralelo, siempre como las vías de ese ferrocarril que van juntas pero jamás se cortan ni cruzan. Los celos, esos sentimientos inferiores de la raza humana que desean mantener lo que nunca tuvieron, se preguntan, en la novela, como alternativa a la férrea fraternidad de estos chicos que repentinamente, por obra del “amor” (o el deslumbramiento hormonal con el que se lo confunde) se descubren como rivales. En estas tempranas manifestaciones del mundo interno suelen aparecer con más crudeza los Sentimientos, Emociones y Pasiones que después agitarán la vida como adultos. En este sentido, El honor de la cuadra hace honor a la indagatoria que el mismo autor se propone hacer sobre sus propias pasiones: la lealtad, la amistad, el enamoramiento, la traición, la decepción, su propia fortaleza ante lo adverso, su valor ante las sanciones, su comprensión hacia las debilidades ajenas. Para quienes aman el fútbol, entrañablemente como lo ama Nicolás Goszi, la novela puede llegar a encarnarse, este es, volverse parte de esa zona oscura que todos albergamos, donde están agazapados los sentimientos más profundos, que muchas veces desconocemos, pero nos vuelve fanáticos de una causa que no podemos explicar racionalmente. El fútbol, por eso, es llamado “pasión de multitudes” porque no responde a forma alguna de racionalidad. Como la religión, empuja a dos bandos a detestarse amablemente sabiendo de antemano que se necesitan aunque se odien. En esta novela esa pasión de multitudes empieza a dar sus primeros pasos, no con el voyeurismo de los actuales fanáticos que solo viven el fútbol a través de la pantalla del TV. No, en esta novela, el fútbol, y cada partido que juegan activamente estos niños, suscita la agitación de las rivalidades y la necesidad imperiosa de decir “somos los mejores” que es el resumen de la competencia, que es el alma de la pasión de multitudes.
ALEJANDRO BOVINO MACIEL OCTUBRE 2024 www.alejandrobovinomaciel.webador.es
