LAS ARTES DE AMAR DE RAQUEL LANSEROS
Arturo del Villar
A COMIENZOS de la era cristiana Ovidio compuso un Arte de amar que continúa siendo instructivo tantos siglos después, y ahora Raquel Lanseros lo continúa y amplía en su poemario titulado El sol y las otras estrellas, con el que obtuvo el premio Generación del 27 correspondiente a 2023. Está editado en la benemérita colección Visor, dos veces centenaria, con 58 páginas, y un precio de venta de 12 euros. Como era de esperar, Ovidio aparece glosado en un poema en las páginas 25 y siguiente: la autora actualiza la leyenda de Píramo y Tisbe para metamorfosearlos en sus abuelos, ubicados en un tiempo de guerras y tristeza en el que, pese a todas las dificultades, el amor se impuso hasta la muerte.
Se trata sin duda de un homenaje al autor de las Metamorfosis, sostenido en otro poema, “Dos almas tutelares”, la aventura de una pareja llamada Charlotte y Josef en otro tiempo, que se enamoraron y se casaron y tuvieron descendencia para continuar la vida en el mundo. La autora se sirve de las posibilidades de adaptación temporal permitidas por la poesía, y les da las gracias porque
yo soy a día de hoy
(cuando hoy significa el presente invencible)
lo que vosotros fuisteis
la semilla de pan que me alimenta (47).
Aquí tenemos una primera e importante proclamación del amor como origen de la vida, puesto que el amor se convierte en sexualidad creadora y genera otra vida. La autora investiga diversas formas del amor con las que va urdiendo el poemario, en este caso un libro de temática unitaria, posible porque a fin de cuentas el amor siempre es el mismo en cualquier lugar del mundo, y siempre se manifiesta igual aunque se exprese con lenguajes distintos. Cambian los decorados, los trajes y las costumbres, pero su esencia se mantiene invariable a través de siglos y culturas.
El título del poemario está tomado del Dante, es el verso final de la Divina comedia, cuando el poeta se encuentra perdido entre símbolos al ver la luz eterna que, según la traducción en prosa de esta cita, es el amor que mueve el sol y las otras estrellas.Este comentario puede inducir al lector a suponer que tiene en sus manos un libro de poesía mística, pero no es así. No se utiliza la cita del florentino más que para titular el conjunto, sin influir en los versos. El amor es el motor del universo, afirmó el Dante, y Raquel Lanseros lo confirma con igual método, el verso, cada uno en su época y en sus circunstancias..
La atora escribe sobre el amor humano, el conocido por ella, del que no parece estar muy contenta, a juzgar por el verso de Góngora que hace suyo, tan conocido que no precisa ponerlo en cursiva para indicar que es un préstamo: “déjame en paz, amor tirano” (página 12). La petición está incluida en un poema dedicado al Amor con mayúscula, un ente real que según la autora produce efectos nefastos en la persona que lo siente, pero aun reconociéndolo así lo acepta:
Sin embargo, ¡qué suerte ser amado!
Y amar, ¡dios mío!
¡qué suerte!
Examinados beneficios y perjuicios se queda con el amor en sus múltiples apariencias. Por muy tirano que sea, el amor es necesario para hacer llevadera la vida, en cualquiera de sus apariencias. En primer lugar el amor materno, que describe con la suma de 35 apelativos en el poema justamente titulado “Madre” (13), continuado por el temor en la espera de su muerte en “Ese maldito día que exijo no vivir” (31), una pretensión de poeta aspirante a ordenar su destino, como si la realidad lo permitiera alguna vez.
Del amor maternal deriva el filial en el hijo que continuará el proceso vital propio: “Dime que tú estarás / cuando se queden los pájaros cantando” (15), otro caso de préstamo conocido, aquí de Juan Ramón, quien intuyó que cuando él muriese seguirían cantando los pájaros, como señal de la futilidad humana ante el poder de la naturaleza. De este modo se produce la continuidad de la vida humana pasando de padres a hijos mediante un acto de sexualidad, que en el mejor de los casos será posible gracias al amor, en su apariencia más feliz, ya que la sexualidad ofrece demasiados matices para enumerarlos, y todos quedan amparados bajo la cobertura del amor. Al menos la teoría anima a creerlo así, y de ella emana la incontable literatura en verso y prosa, a menudo con acompañamiento musical, demostrativa de las infinitas secuencias derivadas de una declaración de amor entre dos seres capacitados para manifestarla. Los ejemplos están en este libro.
Himno al amor
En el mejor de los supuestos, piensa la autora que el amor es “El todopoderoso”, título de un poema que acaba convertido en un himno de alabanza: “Amor, eterna rosa con su trono / que solo ven los sabios y los niños” (16). Es preciso añadir otros videntes muy cualificados, los poetas, que llevan tantos siglos definiéndolo y contando sus cualidades en libros semejantes a éste precisamente, aunque pareció que Lope de Vega cerraba las posibilidades de presentar los efectos del amor en el soneto 126, que termina justamente asegurando que cuanto definió lo tenía comprobado en sí mismo, por lo que se atrevía a exclamar “¡esto es amor!”
Al describir al amor como una “eterna rosa con su trono” el adjetivo le concede la facultad de ser intemporal, y eso sabemos que es imposible. También sabemos que los enamorados son tan ingenuos y pretenciosos que se consideran capaces de jurar que se amarán siempre, como si tuvieran algún poder sobre el tiempo.
No obstante, a pesar de la posesión de la experiencia lírica, la autora sabe que 1a ciencia explica prosaicamente lo que sublima la exaltación lítica. Un poema dedicado al “ADN” quiere poner las cosas en claro, como si deseara advertir al lector que la realidad de la vida supera las ensoñaciones y palabras amorosas dichas por los enamorados. En consecuencia escribe:
Y qué honda algarabía ser mensaje
no comprender la vida y ser su forma.
Amor sin abarcar
pero permaneciendo. (14)
Romanticismo tensionado para mantener un equilibrio con la realidad desnuda. La autora quiere compensar la escritura inspirada por los efectos amorosos con el desarrollo científico de nuestro tiempo. No es necesario comprender la vida para ensalzarla con ditirambos poéticos. Todas las cosas pueden explicarse conforme a la capacidad de sus oyentes.
Sin embargo, hay cosas inexplicables para nuestra comprensión. Un poema titulado “¿Por qué?” (24) enumera algunas cuestiones imaginadas carentes de respuesta, y concluye con un verso decisivo: “¿Por qué te quiero?” La pregunta no obtiene contestación, es una de esas cuestiones faltas de razonamiento, lo que invita a suponer que para la autora el amor no puede explicarse, basta con sentirlo. Resultado de sus cogitaciones al respecto es este libro precisamente, en el que propone varias perspectivas que a ella no parecen convencerla. Quizá el amor hay que gozarlo sin pretender comprenderlo, para alcanzar esa fase de exaltación en la que todo parece favorable, pero en tal caso sobra la poesía por ser inútil, y algunos, es de suponer que muchos, no lo toleramos. Aunque ignoremos por qué amamos a otro, lo verdaderamente importante es el amor, no su explicación.
Raquel Lanseros se sirve de la poesía para comprobar la existencia del amor en su misma casa. El poemas “Fascinus” comienza ofreciendo una enumeración caótica de elementos diversos sin ninguna aproximación al amor, para colocar a continuación unas preguntas sobre la posibilidad de enlazar temas dispersos o antónimos, y concluye que sí porque “El sexo de mi amado lo evidencia” (50). El amor en este poemario se fundamenta en el sexo, como suele ocurrir en la realidad social, aunque a menudo se disfraza debido a los prejuicios que todavía se conservan. Una película dirigida por Manuel Gómez Pereira en 1993 se titulóPor qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo, buena preguntar para plantearla a una sociedad hipócrita como la española, pero que no incluye a Raquel Lanseros, porque ella tiene la costumbre de llamar a cada cosa con su verdadero nombre, y en este poemario el sexo no se oculta.
De color azul
En las páginas 19 y 20 se inserta un poema políglota en cinco idiomas para demostrar las vicisitudes de la autora con las palabras en cualquiera de las lenguas que habla, porque “las palabras se estrechan disminuyen / desazulean no alcanzan”, por lo que debe inventar neologismos, como el citado aquí, para intentar entenderse a sí misma, los lectores no importan, en un mundo azul “más azul más profundo”, una mirada modernista “que prende mi razón y me consume” con filtros de Rubén Darío, que todo lo veía azul en su poesía y contagió a sus amigos.
En el caso de la autora comprobamos que la coloración azulada de su mundo proviene de los ojos de su amado. Lo explica el poema “Tus ojos”, ya que contiene en los del amado toda la esencia del mundo, le parecen “dos faros azules”, “dos lagos alpinos azules” y “dos hogares azules” (42), que lógicamente justifican el interés por el color azul en sus versos. En castellano se dice que las muchachas casaderas esperan la llegada de un príncipe azul que las despose. En este poema no se espera a ningún príncipe, porque ya está el amado sobre fondo azul.
Aquí están reunidos los útiles necesarios para componer poemas, por lo menos hasta los movimientos vanguardistas en la primera treintena del siglo XX que inventaron otros medios de comunicación. La autora desea explicar cómo y por qué compone poemas, precisamente de amor, y lo hace en sus mismos versos, con palabras vulgares transidas de sentimiento que de esa manera alcanzan un nuevo significado y se vuelven poesía escrita. En nuestra cultura al que escribe poesía se le llama poeta, a menudo con un adjetivo calificativo, y a nadie se le ocurre preguntarle por qué lo hace, ya que solamente es posible una respuesta: porque es poeta.
En este libro Raquel Lanseros se regodea con las palabras para perpetuar los momentos de pasión erótica, tan fugaces que inmediatamente se convierten en recuerdo. Emplea las palabras para describir glotonamente el cuerpo del amado en pleno éxtasis sexual continuado en el recuerdo detenido, lo que le permite mantener a su lado la imagen del cuerpo “tan masculinamente sustancioso” (28). Es un poema intensamente erótico en el que la autora fija un instante de pasión en el poema para que no se pierda, puesto que tiene la convicción de ignorar los motivos del amor, según confesó poco antes, pero es posible mantenerlos, ya que “no se alcanza a saber / solo se siente”.
Encontramos otro poema de erotismo sublimado en un soneto modernista, de cuartetos diferenciados, que adapta el famoso soneto clásico a Jesús crucificado de autor anónimo. En aquel tiempo estuvo de moda “volver a lo divino” poemas de temática humana. En este caso Raquel Lanseros hace lo contrario, “vuelve a lo humano” un poema místico, concentrando los momentos de exaltación erótica: “No me mueve, mi amor, para beberte, / el goce que me tienes prometido” (40).
El recurso es original y sienta bien en este libro propagandista de la sexualidad sin tapujos, “te absorbo, me relamo, reverdezco”, aunque se resiente su calidad literaria porque hay versos en los que fallan los endecasílabos, como “bien al contrario, me empuja a complacerte”, “Tú me enardeces, amor, yo me enardezco”, o “besos se vuelven en humedad transida”, en los que se rompe el ritmo. Cuando se elige una estrofa para exponer un pensamiento parece necesario mantenerla. Alguien podrá objetar que el poeta es libre para componer sus versos a su manera, pero si acepta someterse a la preceptiva debe respetarla. Opinión personal discutible.
Varia formas de amar y contarlo
Ya que entramos en detalles de la preceptiva literaria, es oportuno señalar que El sol y las otras estrellas se compone principalmente de poemas en versos libres, además de un soneto clásico, el modernista, un romance, una cuarteta y un poema en prosa. Una característica de su estilo consiste en utilizar las comas caprichosamente.
Todo este bagaje lo utiliza Raquel Lanseros para componer su arte de amar, basado en su propia experiencia y en otras. Una tarea útil para intentar conocer las fases de la sexualidad, el erotismo y el amor. De acuerdo con esa convicción antes señalada respecto a que el amor es ignorante, porque prefiere no saber, resulta complicado investigar sus condicionantes. Los enamorados se evaden de la realidad y por eso confunden los términos y no aciertan con los que definen las fases del amor.
Tampoco lo dicen sus representantes en el mundo, los ángeles, según supone la autora y expone en un poema en prosa. Ellos sí hablan, pero son incomprensibles para los seres humanos: “Sus palabras son nítidas, diáfano su intento, sus ecuánimes alas transparentes. Nada aun así tan arduo como comprenderlos” (29). He aquí una nueva angelología tan creíble como las restantes, es decir, nada, pero es bonita.
Estos poemas podemos considerarlos autobiográficos, debido a que la autora cuenta experiencias propias, pero también describe otros amores ajenos que conoce o imagina. Así “Amores imposibles” aborda la permanencia del amor a través de los años en un matrimonio, que trasciende a la abuela y el nieto, porque “Hay amores sagrados que no terminan nunca” (33). El adjetivo nos incita a suponer una jerarquización de los amores, siendo los familiares los más valorados por considerarlos sagrados, al menos en determinadas circunstancias, si pensamos en la exaltación del erotismo declarada en otras.
La misma autora en otro poema, “La última llamada”, de carácter finalista, supone que continuará viviendo en un tiempo lejano inconcreto, “viviré mientras alguien me pronuncie” (52), y espera que sea un hijo suyo quien lo haga, con lo que el poemario retorna en su final al amor familiar, en el que verdaderamente tienen cabida otras varias expresiones.
El último poema recoge el verso del Dante para completar el círculo, aunque lo hace de una manea enigmática:
Lloraban los amantes y sin aquellas lágrimas
no existiría el amor
ni tú ni yo ni el llanto
el sol no existiría
ni las otras estrellas (53).
Al ignorar quiénes son esos amantes que la autora asegura recordar, no podemos saber qué influencia poseían sobre el universo, capaz de impedir la existencia de todos los astros e incluso de los seres humanos. El poder de sus lágrimas parece ser creador. Tal vez se explique en el próximo libro de la autora, que en tal caso el objeto de este comentario debiera llevar la advertencia de las novelas por entregas: “Continuará.” Me apunto a leerlo.
ARTURO DEL VILLAR