Reseña sobre EL REY PRÓFUGO DE PORTUGAL, una ficción histórica de Alejandro Bovino Maciel

Reseña sobre EL REY PRÓFUGO DE PORTUGAL, una ficción histórica de Alejandro Bovino Maciel

Por Alberto Boco

¿No es todo esto una gran ilusión entre nosotros? (1) La Editorial De La Paz lanzó al mercado en 2023 una nueva novela del escritor correntino Alejandro Bovino Maciel (Ciudad de Corrientes, Argentina, 1956), prolífico narrador y dramaturgo, de aguda mirada y lujosa pluma. En esta oportunidad se trata de la ficción histórica El Rey Prófugo de Portugal, una notable e imaginativa recreación de un hecho histórico del cual se deriva la hoy República Federativa de Brasil, el quinto país del mundo por extensión y el séptimo por cantidad de habitantes. La contratapa del libro nos informa sobre el hecho histórico: ante la invasión napoleónica al reino de Portugal, su regente Joao VI Braganza “el Clemente” (cuyo nombre completo es Joao María José Francisco Xavier de Paula Luis Antonio Domingo Rafael, Lisboa 1767 – Lisboa 1826) decide trasladar el reino a su colonia de Brasil con toda la corte, la biblioteca real, todos sus archivos históricos, científicos, etc., en síntesis, toda la estructura del poder, la ciencia y la cultura de Portugal, fundando la primera metrópolis sudamericana. La descomunal mudanza que se inicia en 29 de noviembre de 1807 a las 15 horas, tras una salva de cañones, deja como se menciona en la novela “una cáscara vacía”. Se requirieron para consumar semejante hazaña logística diecinueve navíos de la Real Armada portuguesa y más de treinta escuadras mercantiles que navegarían con la protección de trece barcos de la Armada Británica, su aliado político militar de esos tiempos. Luego de una larga travesía la gigantesca flota llega a las costas de Brasil, Joao VI Braganza desembarca en Bahía de Todos los Santos y se instala en Rio de Janeiro. Hasta aquí los datos históricos. Hablemos ahora de la novela cuyo prólogo y prefacio podemos afirmar que sustentan la trama ficcional y marcan la diferencia entre la novela histórica y la ficción del mismo género, poniendo en entredicho la rigurosa validez de los hechos históricos que sostienen los historicistas, ya que la escritura histórica no puede escapar a la visión del mundo y de la vida, las ideas y los intereses del historiador. El prólogo señala que una tendencia emergida en los años 90 del siglo pasado y que el autor denomina “logoclasta”, apunta a la demolición de los discursos y a la vez habilita el despliegue del imaginario histórico-literario, cito al autor: “La imaginación teje su propia trama y es imposible destrabar después hebra a hebra ese tejido consumado en el texto” Y acaso aquí esté la clave y génesis de esta brillante novela, donde el despliegue imaginativo del autor, junto a una exhaustiva indagación histórica y genealógica de la nobleza lusitana, una vasta cultura clásica y contemporánea y un tratamiento del lenguaje (que merecerá un posterior comentario) dan pie a la verosimilitud de una ficción por momentos disparatada, por momentos reflexiva; valor este, la verosimilitud, que jerarquiza y a la vez caracteriza la calidad de una novela. Y así sostiene Bovino Maciel su propuesta literaria, cito al autor: “Pero la nuestra no es una estafa, mentimos para decir la verdad”, estableciendo una diferencia sustancial entre mentira y engaño. Este aparente oxímoron deja fuera del espacio literario la dualidad verdadero-falso en que se sustenta la lógica simbólica con su axioma del tercero excluido. No en vano nuestro escritor es también médico psiquiatra, no en vano tiene claro y despliega en la novela los distintos valores y creencias a través de los personajes, no en vano sabe que todo discurso tiene más de un “desde donde”: por un lado está la intención y por el otro lo no conocido de cada uno que cada persona porta dentro de sí mismo. Bovino Maciel sugiere que los datos históricos digamos verificables, acaso un poco tediosos, dan cuenta de la generalidad pero no compiten en atractivo con la mitología que toda historia encierra y acaso sin querer fomenta, que son en no pocas ocasiones una construcción a partir de restos apenas datables, cuya creencia obliga bastante al ejercicio de la imaginación cuando no de su sucedáneo, la fe. Cito al autor: “La ficción histórica es diferente a la novela histórica. Primero porque desconfía de la famosa “verdad histórica” de los historicistas. Prefiere hacer una especie de fenomenología del asunto poniendo “entre paréntesis” los datos consignados en los manuscritos acerca del pasado. Sabemos objetivamente que lo escrito en los documentos apenas abarca partes oficiales, pero ningún pueblo vive entre las paredes de la oficina donde se redacta el boletín oficial” E inmediatamente cita el debate entre el historiador y epistemólogo Hayden White y Roger Chartier de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales sobre “Verdad y Ficción en la Historia”. Que una ficción histórica se escriba plena de imaginación y fantasía no impide sustentar opiniones tomadas de la realidad, es más, esto la enriquece. Y citando a White nos dice: “Al escoger una versión de nuestro pasado, escogemos un presente y viceversa, utilizamos uno para justificar el otro” En las más de trescientas páginas que componen el relato, encontramos mitos, leyendas y una frondosa imaginería; el Leviatán, sirenas que la tripulación pesca y misteriosamente se escapan, ninfas del mar, peces voladores interpretados como almas de muertos en el mar que buscan su descanso, una pitonisa (tal vez reencarnación de una de las Cibeles) con una gran serpiente, siamesas hijas de una integrante de la nobleza, unidas por la espalda, que como un Jano bifronte, revelan hechos del pasado la una y adivinación de sucesos del porvenir la otra. Un hecho prodigioso se revela en la nave científica tras la autopsia de una adolescente muerta que estaba embarazada, generando una curiosa y paradójica reflexión del monarca. Un dato significativo, el rey lleva a su madre loca, Maezinha (Madrecita) la llama, reina que ha debido abdicar a causa de caer en la locura según dicen por no soportar la nueva realidad que han instalado los revolucionarios franceses y el asedio napoleónico sobre la vieja Europa. Podemos decir que la trama se despliega entorno al rey que dialoga con diferentes integrantes de su comitiva, nobles funcionarios del reino y altos dignatarios de la iglesia, y también, una originalidad de la novela, en el epílogo de cada capítulo el rey, el personaje del rey Joao VI, mantiene un intercambio, epistolar al principio y aparentemente dialogado después, con el personaje Alejandro Bovino Maciel, un escritor que proveniente de Argentina (y del futuro, ya que en esos años la Argentina no existía como país, era una colonia española) le pide una entrevista para reportearlo. Este recurso literario pone más en claro todavía la diferencia entre ficción histórica y novela histórica. Ahora bien, ¿qué hace durante el viaje y de qué habla el rey con sus diferentes interlocutores a lo largo de la travesía y esos interlocutores qué representan? Nos formulamos esta pregunta porque aquí hay una clave donde la ficción (según se ha señalado, una mentira reveladora), un antiguo y extraordinario recurso, es utilizada para mostrarnos aspectos de la vida que provocan efectos, que sí son verdaderos; modos de ver, de pensar, de creer o no creer que sostienen conductas. Y como todos sabemos, la conducta se manifiesta en acciones o en la determinación de acciones u omisiones (un no hacer también es una acción) que afectan a otros. Y esto inevitablemente nos lleva al tema central de la novela: el poder; no el verbo sino el sustantivo. Si bien es natural a todo monarca de esos tiempos gobernar con el autoritarismo típico basado en la creencia de que el poder del rey emana directamente de dios, es destacable el poder que ejercen los funcionarios de la corte y los dignatarios del clero, y cómo se disputan allí parcelas de poder. En ese espacio también opera la esposa de su mal avenido matrimonio, a quien para comodidad propia el rey ha alojado en otro navío; todos tejen intrigas y componendas, promueven discusiones que se sostienen con fundamentos diversos y a menudo de gran ingenio para obtener mayor poder e influencia. Una discusión significativa, para la que podríamos llamar una de las hipótesis de esta novela, es la de las posiciones académicas opuestas que se expresan ante el rey para que dictamine si la historia es o no es una ciencia. Los personajes que a lo largo de la novela desfilan ante el rey con diferentes e interesados motivos constituyen una fauna variopinta que en su mayoría son despreciados por el monarca, quien guarda astuta e hipócritamente las formas, porque si bien es depositario de un poder casi absoluto no ignora que orbitan en su entorno todo tipo de acechanzas. Es muy significativo el vínculo que mantiene con el conde camarero, José Agostinho de Sousa, segundo conde de Linares, su asistente personal, un sirviente con título de nobleza, que simpatiza con los principios liberales de la revolución francesa, cuyas ideas desliza ante Su Majestad, como al pasar, dejando panfletos y haciendo comentarios solapadamente laudatorios. Así como contra argumenta sin discutir (pues un monarca nunca discute) con el conde camarero, también el rey lo hace con dignatarios del clero a quienes a menudo desafía con posiciones teológicas que para la iglesia católica eran consideradas herejías. Aquí se destaca el gran conocimiento que el autor tiene de la historia religiosa y la investigación que seguramente ha hecho para poder fundar estos diálogos, que si bien son parte de la ficción literaria se sostienen con datos de la tradición religiosa del cristianismo y el catolicismo romano. Lo importante de estos pasajes de la novela es el tema del poder, siempre presente en forma explícita o sugerida. Mencionamos antes que el escritor convertido en personaje de la ficción mantiene con el rey una comunicación a lo largo de toda la novela. Esta especie de narrativa digamos lateral se desarrolla en el epilogo de todos los capítulos, menos en el último que no tiene epílogo alguno. El personaje escritor, fiel a la tradición de muchos de sus colegas contemporáneos, tiene por su propio rol una posición que el rey ve como francamente subversiva y por la cual recibe el castigo del monarca, no tanto porque represente un desafío a su pensamiento y sus valores sino porque expresa un desafío irremediable para su poder. Es que el rey en la novela es un personaje sometido en parte al arbitrio de su creador, por medio del cual se expresa. Y el escritor (el real y el personaje) sabe a la vez que su criatura, para ser coherente, no puede someterse a la plena voluntad del escritor. Es decir, ambos personajes están atrapados en un círculo trágico. El castigo que recibe el escritor por su sola existencia nos pone frente a la potente realidad de la creación literaria: en tanto el autor va descubriendo y sabe más de su personaje opera como la conciencia de éste (la figura simbólica de la que se vale es la del panóptico) y por ese medio nos devela cuánto de lo que representa el monarca y su poder es lo que de verdad a éste le importa y sostiene en su consciencia. Ese es el secreto que a toda costa debe ser ocultado a todos, más aún a nosotros los lectores, a quienes el rey llama, despectivamente leedores, y que por su imperial naturaleza nos considera tan subalternos como a sus propios súbditos. “Al escribir fundo mi feudo” —reflexiona el rey—. Con palabras gobernamos a los hombres porque el lenguaje es el fundamento del poder, y cuanto más duren las palabras, más fuerza tiene su poder, por eso escribo. Toda escritura va inventando continuamente su leedor” He ahí el encono del rey contra todo escritor que sobre su reino escriba y que no sea él mismo. Así piensa este monarca que durante la travesía va depurado los archivos reales arrojándolos al mar o transformando por el fuego papeles y papiros en cenizas que se llevará el viento. Lo hace convencido de la necesidad de reescribir la historia de su reino desde cero, sumiendo en la desmemoria una tradición decadente que sabe cargada de oprobios y de crímenes. Por eso quiere recrear en otro espacio su imperio, en un lugar puro, perfecto, supuesto por él sin pasado, el Brasil natural, con un futuro sin historia que él piensa fundar. Por eso no soporta ser pensado por un autor que le da vida, que es un escritor de historias, un hombre del futuro que busca darle existencia al pasado con otra mirada, con el poder de su inteligencia y los colores de su imaginación. Por eso dominar y prescribir la lengua es la tarea, piensa el monarca, cuyas alocuciones por momentos parecen la preceptiva de un manual para el ejercicio del poder. Imposible no remitirnos a la novela 1984 de George Orwell y su invento de la neo lengua borrando todo rastro histórico de las palabras indeseadas por el poder. Pero en otros momentos, en su silencio interior, se escucha a sí mismo coaccionado por sus propias contradicciones, con un pensamiento oscilante, acaso dubitativo, donde se advierte también su escasa fe religiosa, una fe que suele sobreactuar como un otro factor para legitimar su poder. En el transcurso de la novela los diálogos que le sirven de articulación abarcan temas tales como el individuo, el utilitarismo, la sociedad, la fe, la democracia, la libertad, la ciencia, las disquisiciones filosóficas, la memoria, la leyenda, la ley. Un capítulo aparte merecen el arte y el lenguaje. El lenguaje ha sido muy cuidado en la novela, guardando las alocuciones típicas de los espacios monárquicos, respetando un léxico afín a la época, con la excepción del personaje escritor, que como viene del futuro se permite un discurso más afín a estos tiempos. Otro elemento del lenguaje puesto en boca del monarca es la ironía, que algunas veces expresa y otras la reserva dentro del confín de su pensamiento. Este mismo lenguaje es utilizado para expresar situaciones cómicas, dramáticas o delirantes con una notable eficacia, especialmente en su efecto de absurdo y de comicidad. Esto hace que la novela transcurra con fluidez y sea muy amena su lectura y por momentos muy divertida. Un curioso recurso, usado a modo de burla o chanza por el rey, son los juegos de palabras rimadas o articuladas con ingeniosas asociaciones que se revelarían como un jugueteo inocente, como el costado trivial de en un personaje que detenta un enorme poder y que se adjudica por derecho divino la fundación de un imperio. Hay un homenaje al arte como factor de exposición de las miserias y grandezas del poder expresado en un hecho desopilante pero que resalta por su sentido entre los tantos delirios y fantasías que pueblan la narración. Se trata de una opera flotante desarrollada en altamar en honor al monarca y que funciona como un relato paralelo de fuerte significación. Aparece aquí el conocimiento y acaso la afición del autor por el género operístico, este recurso incluye letras de arias que deben cantar los personajes de dicha obra donde se destacan prolijos endecasílabos, a menudo rimados o rítmicamente escandidos, que nos hablan de la versatilidad expresiva de Bovino Maciel. Así como se ha dicho en algún pasaje de esta reseña que en la ficción “mentimos para decir la verdad”, en el texto de la ópera, que “casualmente” se denomina “El Rey Prófugo”, un personaje dice “¿qué es el poder sino el sueño de un delito?” arrojando esta pregunta a la reflexión de los lectores. Finalmente una apreciación que corre por cuenta de quien esto escribe. En cuentos y novelas, hay generalmente relatos que refieren a una o más historias, que narran hechos reales o imaginados, del presente o de otra época, más distantes o cercanas en el tiempo, con muchos o pocos personajes, apelando a todos los recursos que nos facilita y a la vez nos escamotea este prodigio que llamamos lenguaje. Muchas de ellas, trágicas, cómicas o dramáticas, son emocionantes, amenas o entretenidas, algunas de gran valor literario y otras mediocres, aburridas, rápidamente olvidables. Pero existen algunas obras que además de su excelencia literaria contienen un plus, no un valor agregado como diría un editor marketinero, sino un plus que está dado porque alcanzaron valor poético, no sólo por lo metafórico o alegórico de su argumento, sino por la belleza poética de muchos de sus pasajes, por su lenguaje, sus alusiones, por su belleza expresiva. Siendo injusto por la brevedad que impone toda reseña y para evitar una excesiva digresión, me remito a unos pocos ejemplos: La espuma de los días, de Boris Vian, El arco iris de la gravedad, de Thomas Pynchon, los múltiples relatos alegóricos de Jorge Luis Borges, la Rayuela de Julio Cortázar y tantos más que cada lector seguramente ha de atesorar en su memoria. En esta categoría me atrevo a incluir esta excelente novela de Alejandro Bovino Maciel cuya lectura se recomienda fervorosamente a todo lector que aprecie una narrativa de alto valor literario y notable vuelo poético.__________________________________________________________ AUTOR: ALBERTO BOCO Alberto Boco nació en la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina, en 1949, donde actualmente reside. Ha publicado 8 libros de poemas: “Arcas o pequeñas señales” – Buenos Aires – 1986 – Libros de Tierra Firme. “Galería de ecos” – Buenos Aires – 1989 – Ediciones Ultimo Reino. “Ausentes con aviso” – Buenos Aires – 1997 – Libros de Tierra Firme. “Cartas para Beb” – Buenos Aires – 2007 – Edición del Autor. “Riachuelo” – Buenos Aires – 2008 – Ediciones de la Quintana. “Malena” – Buenos Aires – 2012 – Edición del Autor. “Estación de nosotros” – Buenos Aires- 2014 – Buenos Aires Poetry. “Visitas inoportunas” – Buenos Aires – 2014 – Editorial El jardín de las delicias. “Para un programa de disolución y otros textos” – Buenos Aires – 2016 – Ediciones En Danza. Mantiene inéditos más de 10 volúmenes de poesía. Poemas suyos fueron publicados en revistas literarias de Argentina y el exterior, entre ellas Río Grande Review de la Universidad de Texas at El Paso, EE.UU.; Revista Nagari, Miami, EE.UU., y Littoral Magazine, Reino Unido. Poemas suyos han sido también publicados en revistas literarias en Colombia, Brasil y Rumania. Ha recibido diversas distinciones, entre ellas el Primer Premio en el Primer Concurso Nacional de Poesía “César Domingo Sioli". de Argentina. Escribió varios artículos y reseñas en revistas literarias impresas y virtuales, de Argentina y del exterior. (1) Alejandro Bovino Maciel – El rey prófugo de Portugal – Pág. 321.


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